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La «riqueza de la pobreza» (2Cor 8)… 116 117 Esta era, precisamente, una de las peticiones de la oración con la que Pablo concluía la primera parte de la Primera Carta a los Tesalonicenses: «Que el Señor os haga crecer y sobreabundar en un amor de unos hacia otros y hacia todos, tan grande como el que nosotros sentimos por voso- tros» (1Tes 3,12). Aquí radica el núcleo, el punto de apoyo de la ética cristiana: es Dios el autor y artífice que hace posible este ejercicio de amor «gratuito e inmerecido»; si se ha experimentado («aprendido de Dios») puede reproducirse en los demás. Por eso Pablo lo pide a Dios en 1Tes 3,12 para los tesalonicenses y se lo pide a estos para con todos, los de fuera (1Tes 4,9-10a.12a) y los de dentro (1Tes 4,10b-11). Justo al final parece dar respuesta a la pregunta por la relación entre el «amor fraterno» y la «autosuficiencia». La necesidad de mantener por encima de todo el amor fraterno ya ha quedado claro; sin embargo, los peligros de los excesos le obligan a Pablo a establecer unos límites que, por otra parte, estaban de algún modo implícitos en el mensaje inicial. Él trabajó con sus propias manos para no ser gravoso a ningún cristiano; él no necesitó de nadie. Y esto, efectivamente, ya lo debían saber (1Tes 4,11) porque for- maba parte de la primera predicación (este problema, sin embargo, no se solucionará, sino que se agudizará). e) «Que el socorro sea recibido» (Rom 15,31) Pablo pidió, como hemos dicho, que cada casa, cada comunidad, recogiera un dinero semanal para las comunidades pobres de Judea. Sabemos que las comunidades de Galacia lo hicieron y, probablemente, llevaron por su cuenta el dinero a Jerusalén (1Cor 16,1). Pero ¿qué ocu- rrió con la colecta que tanto le costó recaudar a Pablo en Corinto? ¿Fue llevada a Jerusalén? ¿Quién la llevó? ¿Se aceptó? ¿Qué consecuencias tuvo? ¿Sirvió a los objetivos de Pablo? Pablo mismo dará detalles de esta colecta más adelante, especial- mente en su última estancia en Corinto, hacia el año 56, unos cinco años después de las primeras referencias a la colecta en 1Cor 16,1-4. En esa última visita a la comunidad de Corinto, tras unos años muy tensos y duros en los que se sucedieron visitas frustradas y cartas tensas, reconciliado ya con la comunidad, preparó el último viaje que le llevaría hasta Roma, pasan- do antes por Jerusalén. En la Carta a los Romanos, escrita en esta última estancia en Corinto, escribe lo siguiente:

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