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1 Carlos Gil Arbiol Corintios XIII n.º 129 los límites de las prácticas que la condición de cristianos exigía para con los demás hermanos. Pablo responde anteponiendo sobre todo el valor de estas prácticas de amor (1Tes 4,9) y reconociendo el esfuerzo que hacen los tesalonicenses. La expresión de Pablo «os exhortamos a que progre- séis más» (1Tes 4,10) debe ser entendida no como una petición a ser más generoso, sino a ser más cuidadoso con la generosidad, a progresar en el discernimiento de las muestras de amor para con los demás, a madurar. Parece que, en el caso de la comunidad de Tesalónica, algunos esta- ban intentando tener mayor presencia activa en la vida de la comunidad cristiana, quizá con la pretensión de tomar parte en las tareas asignadas a los dirigentes (como parece sugerir Pablo en 1Tes 5,12) y, por tanto, a recibir la recompensa merecida por el trabajo dedicado a los demás. Así las cosas, la petición de «ocuparse de lo propio» parece una prohibición al entrometimiento de algunos en las funciones de otros miembros de la comunidad. Si alguien deja de trabajar por dedicarse a los servicios de la comunidad, necesita que otros le mantengan económicamente. Si aspiraban a una mayor participación comunitaria, si se entrometían en los asuntos de los demás, si deseaban puestos dirigentes, posiblemente aspiraban también a gozar del privilegio de no trabajar, reconocido ampliamente en las prime- ras comunidades cristianas. Parece que la hospitalidad también suscitaba excesos. Algunos cristianos, pues, mostraron una cierta ansiedad por tener un participación muy activa en la vida de la comunidad. Quizá fue tan des- medida que descuidaron su propio trabajo por dedicarse a los asuntos de los demás. Al preferir este modo de vida ante el suyo, apelaban al derecho de ser sustentados por la comunidad para dedicarse por entero a ella. De este modo, hacían de la generosidad un mecanismo malévolo que permitía el abuso, el egoísmo de algunos. La respuesta que ofrece a esta situación está basada en la importancia de la imagen pública del grupo: esa situación es un mal ejemplo no sólo para otros cristianos, sino también para los no cristianos. Pablo siempre muestra una gran preocupación por la imagen de la Iglesia y en ello descansaba gran parte de su estrategia misionera. Así lo dice claramente al final de la perícopa, como mostrando el objetivo de todo lo que ha dicho: «a fin de que viváis dig- namente ante los de fuera» (1Tes 4,12). La propagación del mensaje cristiano no se basaba sólo en la proclamación de un mensaje, sino, sobre todo, en el ejemplo de una determinada ética marcada por el amor; los creyentes deben ganarse a los de fuera mostrando que la ética del grupo es digna del mayor honor y provoca la pregunta por Quién la hace posible.

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