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1 Carlos Gil Arbiol Corintios XIII n.º 129 («Cuando me halle ahí, enviaré a los que hayáis considerado dignos, acom- pañados de cartas, para que lleven a Jerusalén vuestra liberalidad. Y si vale la pena que vaya también yo, irán conmigo» [1Cor 16,3-4]). La mención de las cartas, por otra parte, resulta curiosa. ¿Era nece- saria una carta para garantizar a los delegados? ¿No es suficiente garantía el contenido de la colecta? ¿En qué pueden ayudar unas cartas para que la colecta llegue? Parece, más bien, que la función de las cartas, además de pre- sentar a los portadores como los verdaderos delegados de la comunidad, tenía como objetivo explicar el sentido de la colecta. En esto Pablo se juega mucho, como hemos dicho, y es muy importante para él que aquel dinero, atractivo en sí, sea aceptado como signo de comunión de las Iglesias de la gentilidad con las Iglesias de Judea. Las cartas, pues, explicarían que con esa cantidad de dinero, además de ayudar a los pobres de Jerusalén, concreta- ban la universalidad de la Iglesia. Pablo pone mucho énfasis en que la colecta no es para él. Este tema va a desencadenar en poco tiempo una crisis sin precedentes en la relación de Pablo con la comunidad de Corinto, hasta el punto de que estuvieron a punto de romper sus relaciones, tal como queda recogido en las cartas agrupadas en la Segunda Carta a los Corintios. El dinero genera desconfian- za, recelos, dudas, envidias… En el caso de Pablo, influyeron decisivamente otros elementos que tienen que ver con el modo que tuvo Pablo de con- cebir su propio apostolado: sin depender económicamente de sus comuni- dades (cf. 1Cor 9). Esto le trajo un sinfín de problemas que casi le cuestan la salud a Pablo (cf. 2Cor 1,8). d) «Dios mismo os ha instruido sobre el amor mutuo» (1Tes 4,10) La solidaridad, que se expresaba con la hospitalidad además de la colecta, también tenía sus peligros, como acabamos de ver. La solidaridad económica con las comunidades lejanas de Judea tenía un correlato en la solidaridad con los más cercanos: la ayuda mutua, la hospitalidad, el soporte económico de los dirigentes, etc. En la primera carta que Pablo escribe a una de las primeras comunidades de Europa debe abordar explícitamente los problemas que provocaba la solidaridad (mal entendida) y la necesidad de establecer unos límites que garanticen su verdadero objetivo. Así leemos en 1Tes 4,9-12:
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