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1 Carlos Gil Arbiol Corintios XIII n.º 129 el carácter polémico o no de este cambio del «séptimo» al «primer» día de la semana, si es o no una relectura e interpretación cristiana del precep- to de la Tora sobre la observancia del sábado (cf. Ex 16); se cree que este cambio entre los creyentes no se generalizó hasta el siglo segundo, pero, en cualquier caso, expresa un significativo cambio de centro. El tiempo y el espacio son las dos coordenadas más importantes sobre las que se elabora la historia, la identidad y la pertenencia; aquí, Pablo da muestras de haber desplazado el centro del tiempo, uno de los ejes fundamentales, al «día del Señor», dándole al acontecimiento pascual la categoría de «centro del tiem- po» y punto desde el que todo toma referencia y adquiere sentido. Algo similar va a ocurrir con el espacio; del mismo modo que los judíos (incluso los de la diáspora y especialmente estos) miraban a Jerusalén y al templo como centro que confería identidad y referencia, y los paganos tenían sus propios umbilicus mundi (en Delos o en Roma), las comunidades paulinas van a desplazar el centro desde el que todo obtiene referencia al «cuerpo de Cristo», a la comunidad (cf. 1Cor 12; Rom 12). No hay en el texto mencionado (1Cor 16,1-14) ninguna referencia directa a la celebración de la Cena del Señor ni al tipo de asamblea en la que la colecta se realiza. Según los datos que apor ta Pablo, las reuniones de Corinto tenían lugar en dos contextos diferentes: en primer lugar, las reuniones de «la asamblea de la casa de alguien» (cf. 1Cor 16,19; Flm 1,2; Rom 16,5…) y, en segundo lugar, las reuniones de «toda la asamblea» de una ciudad (cf. 1Cor 11,20; 14,23; Rom 16,23…). Parece que la «Cena del Señor» se celebraba en este segundo contexto, a juzgar por las referencias de 1Cor 11, mientras que la colecta parece realizarse en el primero de los contextos, aquel que tiene un carácter más doméstico, como sugiere la expresión de Pablo que hemos citado: «Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros reser ve en su casa lo que haya podido ahorrar» (1Cor 16,2). Es probable que se le esté reservando a la colecta un carác- ter privado y discreto para evitar la comparación, la competitividad o la vergüenza de quienes tenían menos o nada (cf. 1Cor 11,22). Además, con esta sencilla organización, Pablo obliga a prever el dinero que se entregaba y evitaba los peligros de la precipitación; resultaba más fácil que las fami- lias en sus casas hicieran una previsión semanal de lo que podían gastar y apor tar y, así, al llegar Pablo, lo podían entregar todo junto. Sea como sea la coincidencia o no de estas asambleas y el procedimiento, es impor tante destacar que esta colecta se realiza el primer día de la semana, como un signo, un fruto de lo que los cristianos recordaban ese día: la muer te y resurrección de Jesús.

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