BCCCAP00000000000000000000785

LA PLURALIDAD DE LOS ORÍGENES DEL CRISTIANISMO... 229 evolución, que se asumió con dificultad y no uniformemente, fue la incompatibilidad entre la ley y la fe. Si bien Pablo fue el más claro impulsor de esta convicción frente a otras tendencias (como la de Mateo) que se resistian a aceptar las radicales con– secuencias que de ella se derivaban, terminó siendo un rasgo de la identidad de los primeros seguidores de Jesús, si bien con el tiempo la ley mosaica se sustituyó por otras leyes.Esta in– compatibilidad y la opción por la segunda en detrimento de la primera, conllevó la misma opción en conflictos como el que se dio entre experiencia personal y tradición, entre persona e insti– tución, etc. Un ejemplo claro de lo que esto significa es el hecho de que muchos creyentes en Jesús (no sólo judíos) tuvieron que creer en aquel Mesías crucificado en contradicción expresa de sus tradiciones religiosas y culturales. Por eso hemos dicho que quienes se sentían más dispuestos a entrar en las comunidades de creyentes eran aquellos cuya situación era de cierto desarrai– go, marginalidad o subordinación. Esta convicción radical, más allá de los peligros y riesgos que la acechan, fruto de los malentendidos a los que se presta, tiene hoy una enorme capacidad de renovación de la experiencia ge– nuina creyente. Plantea, en primer lugar, alguna pregunta incó– moda, como la capacidad actual de las instituciones religiosas cristianas para vehicular aquella experiencia de encuentro con el Resucitado crucificado y el Dios que revela. Pero, además, recuerda que más allá, más al fondo, más adentro de las ideas y de la doctrina, está el testimonio, la experiencia de encuentro con el Dios de Jesús. Los empeños, quizá comprensibles pero no justificables, para exagerar los controles doctrinales e ideo– lógicos como mecanismo para garantizar la comunión nos re– trotrae a los peores episodios de la historia de Occidente y de la Iglesia. Hoy los creyentes hemos perdido la palabra y nuestro mensaje no tiene credibilidad. Sin embargo, todavía queda viva la capacidad de testimonio, de mostrar con la vida, con la or– ganización de nuestras instituciones, con el funcionamiento de nuestras comunidades, con la relación con el mundo ... al Dios de Jesús. Ese es el lenguaje de nuestro tiempo y el nuestro.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz