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LA PLURALIDAD DE LOS ORÍGENES DEL CRISTIANISMO... 223 difícil en estos grupos era aceptar la existencia corporal de Jesús, que para muchos no había tenido lugar. En este marco plural, no resulta difícil encontrar elementos de contraste. Vaya apuntar apenas dos estrechamente relacionados: la relación con el mundo y la concepción de Dios. Respecto al pri– mero, por una parte, estaban quienes reconocían que el mundo que conocían, a pesar de sus contradicciones, injusticias y maldades, había sido creado por el mismo Dios Padre de Jesús del que él ha– blaba, por el Dios verdadero. Por otra parte, otros creyentes no po– dían aceptar que un mundo tan afligido por el mal moral y natural, corrupto e impuro, hubiera sido creado por un Dios bondadoso y omnipotente. Lo que estaba en juego era «si ceder el mundo y la his– toria humana a una deidad creadora vana y necia, completamente distinta del verdadero Dios o, por el contrario, reivindicarlos como creación y propiedad legítima del verdadero Dios»'o. Así pues, am– bos tenían, ciertamente, un punto de conexión: el diagnóstico del presente era bastante negativo. Sin embargo, mientras unos veían en el mundo el lugar de realización y de esperanza, en el que Dios les había entregado un proyecto histórico, otros lo veían como una cárcel, un corredor de la muerte, del cual solo cabía escapar o morir. Es interesante (e importante) recordar que la primera corriente, si bien nunca se impuso totalmente a la segunda, predominó y le dio posibilidades de continuidad al cristianismo. El segundo ejemplo subraya el contraste teológico y tiene mu– chos puntos de contacto con el anterior. Mientras que la línea que terminó imponiéndose en la proto-ortodoxia, que dará lugar a la Gran Iglesia, subrayaba la unicidad de Dios, único creador, otros grupos defendían la idea de una multiplicidad de niveles de· divi– nidad, algunos de los cuales, corruptos, eran los responsables de la maldad y depravación que dominaba la historia. Así, la primera línea, sostenía que Dios era el único creador, gobernante y redentor del mundo; sólo él ejercía su dominio y ninguna otra divinidad le 70 L.w, HURTADO, Señor Jesucristo. La devoción a Jesús en el cristianismo pri– mitivo, 633.

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