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LA PLURALIDAD DE LOS ORÍGENES DEL CRISTIANISMO... 221 Los grupos de creyentes, si bien extendidos en muchos sentidos (geográfica, social y culturalmente), van a adquirir como conjunto una madurez social e intelectual que se percibe, en primer lugar en la producción literaria. Los grupos humanos que están tras los documentos literarios que se nos han conservado (además de las referencias de autores como Ireneo de Lyon) son múltiples y de dificil clasificación. No obstante, por razones de brevedad, vamos a utilizar el criterio de canonicidad para ordenar en dos grupos a los seguidores de Jesús en esta última generación. Dicho de otro modo, si tomamos los ele– mentos comunes que comparten los textos que fueron considerados Sagrada Escritura en este tiempo, frente a los que no, ¿qué rasgos definen a los creyentes que están detrás de unos textos frente a los otros? Esta pregunta se ha respondido intentando recopilar los crite– rios doctrinales o teológicos de canonicidad en función de los cuales se establecieron los libros sagrados, aunque resulta más adecuado una visión de conjunto que establezca, además de aquellos, otros de carácter social, histórico y politico". De acuerdo a ello hay que recor– dar que no existe un criterio único de canonicidad, sino un complejo conjunto de factores entre los que destacan: el carácter comunitario de los escritos frente a los libros de carácter o uso privado; la defensa doctrinal frente a los grupos considerados desviados (o heréticos); la antigüedad y autoridad de los textos (o su «apostolicidad»); el uso que se hizo de ellos"; las ciudades (sus conexiones y protagonismo de la Iglesia» (Metzger). 67 ef. 1. TREBOLLE BARRERA, La Biblia judía y la Biblia cristiana: introducción a la historia de la Biblia, 261-284; B.D. EHRMAN, Cristianismos perdidos: los credos proscritos del Nuevo Testamento, Ares y Mares, Barcelona 2004, 333-373. 68 Es el caso, por ejemplo, del Evangelio de Pedro~ Serapión, obispo de Antio– quía a finales del siglo n, permitió que la comunidad cercana de Rosus leyera el Evangelio de Pedro porque, aunque no lo había leído con detenimiento, no había encontrado en él nada reprochable. Sin embargo, un poco más tarde, cuando al– gunos cristianos le denuncian que los docetas lo estaban utilizando para justificar su desviación doctrinal, Serapión escribió a aquellos: «Ahora que hemos podido manejar el libro en cuestión y leerlo con detenimiento, hemos comprobado que la mayor parte del contenido está conforme con la recta doctrina del Salvador, si
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