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LA PLURALIDAD DE LOS ORÍGENES DEL CRISTIANISMO... 215 nuevo periodo que se abre con la mayor visibilidad pública: crece la hostilidad externa y, por si fuera poco, los conflictos internos. Estos conflictos internos en gran medida eran también fruto del gran crecimiento de los grupos de creyentes. Al ampliarse rápi– damente el número de seguidores, provenientes de estratos sociales diversos, de orígenes culturales diferentes y con íntereses igualmente distintos, saltó el peligro de desviacíón doctrinal y moral. No sólo traían nuevas preguntas, sino que, además, ofrecían nuevas respues– tas a las que se habían dado. Por otra parte, las influencias culturales del entorno permeaban en los grupos, hacíendo cada vez más difícil delimitar la identidad y establecer fronteras claras. Esta situación, vista desde la lejanía de hoy, fue un interesante pero dífícil ejercicio de equilibrio entre la uniformídad y la unidad, entre la fidelidad a Jesús y la relevancia social, entre la cohesión y la integración... Para responder a estos retos, tanto los externos como los in– ternos, los dirigentes de esta tercera generación establecieron meca– nismos para consolidar su propia autoridad y el orden de las asam– bleas, fundamentalmente reforzando el modelo patriarcal mediante los códigos domésticos. Aunque esta estrategia ya la hemos visto en la segunda generación, allí se utilizó para organizar la casa de los creyentes; sin embargo, en esta tercera generación, se utilizará para organizar las asambleas domésticas y, en general la ekklesia, que pasará a ser, por primera vez, «la casa de Dios» (1Tm 3,15). Así, los líderes autorizados debían ser esposos, padres y amos ejemplares (cf. ITm 3,1-7), controlando a los miembros subordinados de su casa para prevenir cualquier desorden o desviación". En segundo lugar, y en línea con lo anterior, buscaron «blindar» el universo sim– bólico, es decir, definir doctrinalmente el conjunto de creencias que establecían las fronteras ínfranqueables entre la pertenencía y la ex- el imperio romano, en R. AGUIRRE, Así empezó el cristianismo, 379-426. 53 Estas son las dos preocupaciones más importantes de las Cartas pastorales que coinciden, en gran medida, con las de las autoridades civiles romanas; cf. H. KOESTER, Introducción al Nuevo Testamento, 435-456.

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