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208 CARLOS GIL ARBIOL dad y destruyendo el templ034. Este hecho, además de las consecuen– cias cotidianas de la derrota para la población de Judea (y Galilea), resultó uno de los problemas más serios de la historia de Israel: era necesario responder a las preguntas teológicas y sobre la identidad judia que este acontecimiento arrojó. ¿Por qué ha permitido Dios ese desastre? ¿Cómo seguir siendo judíos cuando no hay soberanía sobre la tierra ni templo donde ofrecer sacrificios? Quienes mejor respondieron a estas cuestiones fueron los judíos pertenecientes a la secta de los fariseos, ya que basaban su programa de restauración de la alianza en el cumplimiento de la ley mosaica, lo único que la conquista de Jerusalén no había destruido. En cualquier caso, esta crisis afectó a todo el judaismo, incluidos aquellos seguidores de Jesús que, si bien procedían de la gentilidad y no se habian circun– cidado, eran herederos de las promesas y tradiciones judias. Fue un acontecimiento que sacudió los cimientos de Israel y determinó la historia de Occidente. Junto a este acontecimiento de la historia universal se dieron cita otros hechos que determinaron el cambio de generación. El pri– mero fue la muerte de los primeros seguidores de Jesús, aquellos que habían sido convocados por él para «estar con él» (cf. Mc 3,14), vivir su mismo estilo de vida itinerante y acompañarle en su proyec– to de restauración intrajudío. Eran los que hasta este momento ha– bían sostenido la tradición oral; eran los trasmisores de la memoria de Jesús que descansaba en su testimonio. Sin embargo, para este tiempo la mayoría de ellos ya habían muerto y se planteó de modo acuciante cómo cultivar la memoria de Jesús en su ausencia. En se– gundo lugar, las comunidades de seguidores de Jesús, especialmente las que nacieron en un entorno griego, crecían rápidamente"; este 34 Cf. L. MICHAEL WHITE, De Jesús al cristianismo: el Nuevo Testamento y laJe cristiana, un proceso de cuatro generaciones, Verbo Divino, EsteBa 2007, 275-283. 35 cr. las estadísticas que Rodney Stark hizo sobre la demografia de los segui– dores de Jesús durante los primeros siglos; ver: R. STARK, Christianizing lhe urban empire: an analysis basedon 22 Gl'eco-Roman cities: Sociological Analysis 52 (1991) 77-88 Y R. STARK, The rise oJ Chl'istianity: a sociologist reconsidel's history, Prince– ton Univ Pr, Princeton, NJ 1996, 13. No obstante, este modelo de crecimiento ha sido muy contestado; cf. J.T. SANDERS, Chl'istians and JelVs in the Roman Empil'e:

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