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93 Carlos Gil Arbiol REVISTA BÍBLICA 2019 / 1 2 culaban a los judíos en torno al cambio de era: la devoción al Templo, las fronteras de la pureza, la relación de los judíos de Palestina 5 con los de la diáspora, la idea de que eran una comunidad más o menos unificada, tanto religiosa como social y políticamente 6 ; a ello habría que añadir su vincula- ción con la tierra de Israel y Jerusalén 7 . Estas características no eran compar- tidas del mismo modo por todos, y en el diverso peso que se les daba a unas y otras podemos descubrir una de las raíces del pluralismo que caracteriza al JST. Es un período marcado por la crisis de identidad que infligió la domi- nación cultural griega, que penetró profundamente en todos los aspectos de la vida, así como por el surgimiento de varios movimientos de diverso tipo, muchos de ellos de corte piadoso (hasidim) cuyo objetivo era la renovación de la alianza mediante la intensificación de los rasgos identitarios. Como mostró hace años E. P. Sanders, la mayoría de estos movi- mientos no creían que las promesas de la alianza dependieran de su propia fidelidad; esas promesas hechas a Abrahán (Gn 12,1-3; 15,5-6) eran fruto del don gratuito de Yahvé; su cumplimiento del pacto mediante la obser- vancia de la Torá no les ganaba nada que no hubieran recibido ya gratuita- mente de parte deYahvé incluso antes de nacer, antes de que pudieran atri- buirse ningún mérito 8 . El aprecio a la Torá era, pues, común a todos los grupos, si bien no había un acuerdo absoluto ni en el contenido ni en la interpretación de los preceptos recogidos en ella. Su cumplimiento, ade- más, era difícil, especialmente si se esperaba el cumplimiento de toda la Ley. Había quien pensaba que era imposible cumplir toda la Torá 9 . Por eso se había desarrollado, por una parte, el sistema sacrificial mediante el cual se podían expiar las transgresiones y, por otra, la idea de la necesidad de la gracia de Yahvé como condición para la salvación. Si bien unos gru- pos de judíos, los fariseos entre ellos, ponían más peso en la voluntad y en 5 “Palestina” (palaistín ē ) es mencionada ya en H eródoto , Historias I, 105, en el siglo v a. C., para referirse al territorio comprendido entre el sur de Siria y Egipto; cf. J acobson , “Palestine and Israel”. 6 Cf. R egev , The Hasmoneans, 266. 7 Cf. G ruen , Diaspora, 239-252. Sobre los elementos que identifican al judaísmo en la diáspora, cf. B arclay , Jews in the Mediterranean Diaspora, 402-444. 8 Cf. S anders , Paul and Palestinian Judaism, 420: “In all the literature surveyed, obedience maintains one’s position in the covenant, but it does not earn God’s grace as such . It simply keeps an individual in the group which is the recipient of God’s gra- ce” (énfasis original). 9 Así, por ejemplo piensan los autores de IV Esdras y II Baruc, y Yohanán ben Zakai, Eleazar ben Azaria y otros (cf. b Berajot 4a; 28b; b Jaguigá 4b); cf. S chweitzer , The mysticism of Paul the Apostle, 227; S anders , Paul and Palestinian Judaism, 41 y 478; G il A rbiol , “El Dios sin fronteras de Jesús”, 13-52, 25.
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