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LA MISERICORDIA DESDE LAS VÍCTIMAS 269 díscolo, que no escucha la voz de su padre ni la voz de su madre, y le castigan y no por eso les escucha, su padre y su madre lo agarrarán y lo llevarán afuera, donde los ancianos de su ciudad, a la puerta del lugar. Dirán a los ancianos de su ciudad: «Este hijo nuestro es rebelde y díscolo, y no nos escucha; es un libertino y un borracho>>. Entonces todos los hombres de su ciudad lo apedrearán hasta que muera. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti, y todo Israel se enterará y temerá>>. Las imágenes que subrayan estas características duras, difíciles para nuestra sensibilidad, se pueden multiplicar casi sin fin. Pero no son las únicas. Podemos encontrar junto a esos textos otros en los que se presenta otra imagen diferente. El dios que, airado, sí, por los pecados, es capaz, no obstante, de enternecerse por la intercesión de un buen hombre como Abra– ham. En Gen 18,16-33 Yahvé había decidido aniquilar a toda la población de Sodoma y Gomarra y Abraham intercede así: <<"¿Así que vas a borrar al justo con el malvado? Tal vez haya cincuenta jus– tos en la ciudad. ¿Vas a borrarlos sin perdonar a aquel lugar por los cincuenta justos que hubiere dentro? Tú no puedes hacer tal cosa: dejar morir al justo con el malvado, y que corran los dos la misma suerte. Tú no puedes. ¿Va a decretar una injusticia el juez de toda la tierra?". Replicó Yahvé: "Si encuentro en la ciudad de Sodoma a cincuenta justos perdonaré a todo el lugar por amor de aquéllos">>. En este texto es Abraham el que aparece como misericordioso y Yahvé como el airado que necesita venganza. El dios que ante la contemplación de la injusticia y del sufri– miento de las víctimas se compadece e interviene para liberarlas, como en la historia del éxodo de Egipto liderado por Moisés (Ex 3,7-12): «Yahvé le dijo [a Moisés]: "He visto la aflicción de mi pue– blo en Egipto; he escuchado el clamor ante sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlo de la mano de los egipcios y para subirlo de esta tierra a una tierra buena y espaciosa; a una tierra que mana leche y miel". El hecho de que sean necesarias diez plagas, con la muerte de todos los primogénitos (del ganado y de las

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