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LA MISERICORDIA DESDE LAS VÍCTIMAS 267 perdón a la humanidad. La presencia de Dios en la cruz de Jesús es silenciosa, de aparente ausencia, como si no estuviera; hasta Jesús siente esa ausencia como abandono (aunque confiado: Sal22). La muerte de Jesús es signo, más bien, del modo de estar Dios en la historia, de su aceptación de la autonomía de los hombres y su responsabilidad, de su decisión de no intervenir alterando el curso de la historia ... Jesús acepta su destino como consecuencia de su modo de vivir y Dios acepta la decisión de Jesús y respeta la historia sin intervenir milagrosamente. Sólo quien se posiciona como Maria en el diálogo precedente, desde el punto de vista de la víctima, es capaz de captar la injusticia y la barbaridad de la lógica dominante que justifica el dolor y la muerte de las víctimas. Sólo quien, como ella, pone por delante de la razón del bien mayor y de la lógica del beneficio otra lógica, la de la compasión, del valor absoluto de cada persona, de la injusticia de la existencia de las víctimas, es capaz de desvelar el horror de un mundo que pasa por encima de las víctimas como efectos colatera– les de unas lógicas, a veces teológicamente razonadas, que tienen puesto su horizonte únicamente en el bien mayor. Las víctimas exis– ten, como Jesús; así lo reconoce María; pero ella no acepta a un dios que justifica o <<necesita» de víctimas inocentes para un bien mayor. Por eso, en el libro de Tóibín, María se hace adoradora de Artemisa, porque el dios que le presentan los discípulos de su hijo se le hace increíble, como a tantas personas a lo largo de la historia. Este es un punto de partida, a mi juicio, idóneo para abordar el tema de la misericordia, tal como la entendían los primeros se– guidores de Jesús; sólo si nos ponemos en el lugar, en la piel de las víctimas (los que sufren la injusticia, la violencia, la designaldad, el abuso ... ), podemos captar lo que de otro modo no veríamos: que algunas teologías (e ideologías), con la ceguera de lograr el bien ma– yor (más gente en misa, más niños bautizados, más jóvenes que acu– den a las concentraciones JMJ, más vocaciones en los conventos ... ) son sordas y ciegas a la idea de dios que transmiten, muchas veces la de un dios que es una vaga caricatura del Dios de Jesús. Sólo desde
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