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284 CARLOS GrL ARBIOL igual cuánto tiempo dediques a decirles a gritos a las víctimas[...] «no ha sido culpa tuya». También podrías decirles que el cielo es verde. La única forma de poder llegar a ellas es queriéndolas con la fuerza y la constancia suficientes, aunque sea desde lejos, para empezar a socavar los cimientos de sus creencias [la culpabilidad]. Se trata de una labor para la que la mayoría de la gente no tiene, no puede tener, ni tendrá nunca la energía y la paciencia suficientes. Imaginad [lo que es] querer a alguien de forma tan incondicional. [Se trata de] Ser tan bueno, amable y cariñoso de forma tan cons– tante que [asumas que] te devuelvan rabia, sospechas, paranoia, dudas, dependencia y destrucción casi todo el rato. Es como resca– tar de la perrera a un perro apaleado que te lo agradece atacando a tus hijos y cagándose en el suelo de tu casa». La vida de Jesús y el anuncio de la buena noticia del rostro de Dios que los primeros seguidores de Jesús descubrieron en su vida, subrayaron un aspecto fundamental, paradójico y desconcertante: Dios es sólo misericordioso. Y esto significó dos cosas; primero, que esta misericordia de Dios funciona como una inversión de la lógica dominante: Dios no ama más a quienes son mejores, más éticos, más legales, más esforzados, más solidarios. Dios ama a to– dos de un modo tan desmesurado que nadie queda excluido; ni los que tienen el poder pueden excluir de la casa de ese padre a quie– nes son considerados indeseables; sólo quedan excluidos quienes no aceptan esta lógica alternativa. Y segundo, que las víctimas son las que nos enseñan el camino de Dios, nos indican la dirección en la que está; y ese camino pasa, necesaria e inexorablemente, por el lu– gar en el que ellas están, por el basurero, por la Gehenna. Cuando lo atravesamos, descubrimos el rostro del Dios de Jesús. CARLOS GIL ARBIOL Universidad de Deusto Bilbao

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