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280 CARLOS GIL ARBIOL de «El hijo perdido» (Le 15,11-32), tiene un especial protagonismo el hijo mayor, el que permanece en casa de su padre durante todo el tiempo, como el hijo cumplidor que trabaja sin descanso para su padre. Cuando el hijo menor (el supuesto perdido) vuelve y su padre lo recibe con gestos exagerados que reflejan el carácter descomunal de su misericordia y amor, el hijo mayor lo desprecia y no quiere participar de la fiesta. La misericordia con los perdidos, con los que no dan la talla según la lógica religiosa dominante (o las exigencias sociales, políti– cas, económicas...), con los que no han hecho ningún esfuerzo por cumplir y ganarse la recompensa, provoca esa reacción en las perso– nas cumplidoras, las que viven su vida de fe apoyados en su empeño por cumplir las normas, las exigencias, las privaciones. Sin embargo, lo que esta parábola subraya como mensaje final es que, precisamente, lo que muchas personas religiosas creen que les garantizaba su permanencia en la casa del padre se puede tornar en exclusión: el hijo cumplidor que ha observado la voluntad del Padre toda su vida, que es fiel a los preceptos y normas (horario, reglas, constituciones, derecho canónico...) pero es incapaz de aco– ger al hermano perdido, al que ha derrochado su hacienda y quiere vivir ahora a su costa, ese hijo religioso se queda fuera de la fiesta, mientras que el disoluto entra dentro. El hijo perdido acaba siendo el mayor. Esta es una de las razones por las que la predicación de los primeros seguidores de Jesús fue, realmente, buena noticia. Y por eso se extendió tanto, por lo que era. Cuando Pablo llegó a las ciu– dades de la cuenca norte del Mediterráneo con la idea de crear unas asambleas que se parecieran lo más posible al Dios de Jesús que él había descubierto, su mensaje se sostiene en esta misma experiencia. La buena noticia que anunció estaba basada en esa imagen de Dios misericordioso que custodia, como un tesoro vulnerable, su decisión de amar; y lo hace protegiendo esa voluntad de amar detrás de una barrera: la de la libertad.

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