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LA MISERICORDIA DESDE LAS VÍCTIMAS 277 Las metáforas que utilizó para hablar de Dios, sus parábolas, hablan, por ejemplo, de un dueño de una viña que quiso pagar a los últimos trabajadores, que habían trabajado sólo una hora, lo mis– mo que a los primeros, que habían soportado el esfuerzo de toda la jornada (Mt 20, 1-16). Un empresario así quizá no pueda ser denun– ciado porque con todos había acordado <<lo justo>>, pero al día si– guiente no habría nadie para trabajar desde la mañana; todos irían al atardecer y ese empresario se arruinaría en pocos días. La mise– ricordia, expresada en la voluntad de considerar a «los últimos los primeros» tiene, efectivamente, consecuencias económicas, pero no solo económicas; Mateo dice que los primeros se indignaron contra el dueño de la viña (Mt 20,11-12). Pocos están dispuestos a aceptar una inversión de la lógica de la retribución. La mayoría de las personas esperan una compensa– ción «justa» por el esfuerzo, que consiste en pagar más al que más trabaja. Así funciona este mundo. Intentar cambiar esa lógica con– lleva el riesgo de quedarse fuera; excepto si ya lo estás. Los que están fuera de la lógica de mayor recompensa a mayor mérito (porque no cumplen las expectativas dominantes, porque son subproductos de esa lógica, porque han hecho opción de excluirse o, sencillamente, porque son unos vagos) escucharán la parábola de Jesús con ojos desorbitados, quizá incrédulos: ¿cómo es posible que Dios quiera que los últimos sean los primeros? Quizá el mayor problema de la presentación de un Dios que no recompensa y ama más a los que mejor cumplen las expectativas dominantes y más méritos acumulan es que ese Dios lo será, prefe– riblemente, de los últimos, los que menos cumplen las expectativas dominantes o menos méritos acumulan. Sin embargo, Jesús parece asumir este punto de vista: el de los últimos, los que no cumplen con las expectativas dominantes, porque es el punto de vista desde el que Dios mira la historia. Esta es la segunda característica de la miseri– cordia de Dios: exige una alteración de los mecanismos de relación con Dios (no la retribución).

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