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232 LA CRUZ Y EL IMPERIO EN EL PROYECTO DE PABLO REVISTA BÍBLICA 2018 / 3 4 hemos visto, continuamente cuestionado o desautorizado (cf. 1 Cor 9; Gal 2; 2 Cor 3; 11…). Su modo de legitimar el apostolado al que él apela por vocación (cf. Gal 1,15-16) no es convencional 85 . Lo podemos ver en tres lugares 86 . En 1 Cor 2,1-5, Pablo es cuestionado –al menos por algunos– por no ser “sabio” según los criterios dominantes, quizá por insistir dema- siado en la cruz (“pues no quise saber entre vosotros sino a Jesús Mesías, y este crucificado”, 1 Cor 2,2). Su respuesta sostiene que esa torpeza o debilidad (en astheneía kaì en fób ō kaì en tróm ō poll ō egenóm ē n, 1 Cor 2,3) es, precisamente, la que deja en evidencia que el Dios de la cruz actúa en él. Porque si los corintios hubieran confiado en Dios por los “persuasi- vos discursos de sabiduría” de Pablo, nunca podrían estar seguros si su fe dependía de él o de Dios. Por tanto, la incapacidad de Pablo, según los cri- terios de los más sabios, es lo que les ha hecho partícipes de la buena noti- cia de Dios, no su sabiduría. Años más tarde, en Corinto, Pablo había sido de nuevo desautorizado por su incapacidad para la tarea que él se atribuía de la nueva alianza (2 Cor 3,1-11). En 2 Cor 4,7-10 revela que su debilidad –su condición de “vasija de barro”– es una imitación del modo en que ac- túa Dios: sin imponerse. “Llevamos este tesoro en recipientes de barro, para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de no- sotros […] Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes la muerte de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo” (2 Cor 4,7.10). Y, por último, en 2 Cor 12,7-10 debe salir al paso de la descalificación más dura que Pablo afrontó con los corintios, que estuvo a punto de alejarle para siempre de ellos (cf. 2 Cor 1,15-2,11). Su respuesta, de nuevo, subraya la paradoja de la cruz, aplicada a su propia autoridad: Pero él [kyrios] me dijo: “Mi gracia te basta, que mi fuerza se realiza en la flaqueza”. Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me com- plazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las perse- cuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando soy débil, enton- ces es cuando soy fuerte (2 Cor 12,9-10). La debilidad de la que Pablo habla aquí es la de no imponerse, la que requiere la mayor fortaleza: vencer el deseo de venganza superándolo con el amor de la acogida y el perdón (como el Crucificado, como el Dios que se revela en la cruz). No hay mayor fuerza que ser débil así. De este modo, Pablo saca consecuencias prácticas de la cruz ofreciendo paradójicas res- 85 Cf. H olmberg , Paul and Power . 86 Cf. G il A rbiol , Pablo en el naciente cristianismo, 146-152.
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