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229 Carlos Gil Arbiol REVISTA BÍBLICA 2018 / 3 4 algunas experiencias que les permitieran alcanzar mayor coherencia 78 . A juicio de W. Meeks, “la mayoría de los miembros activos y distinguidos del círculo de Pablo (incluyendo a Pablo mismo) presentan una notable incon- sistencia de estatus” 79 , especialmente porque su estatus adquirido es supe- rior al estatus atribuido por su entorno social. Para estas personas, la pro- puesta de la cruz podría resultar enormemente positiva si era capaz de generar sentido a la incongruencia que experimentaban en su vida. La experiencia de ser crucificados con Jesús Mesías resulta muy para- dójica. Sin embargo, lo que esa experiencia ritual de ser crucificado con Jesús Mesías podía ofrecer era un profundo cambio en la percepción de sí mismos. La cruz (la muerte en cruz del Mesías-liberador) permitía cambiar radicalmen- te la valoración de lo humano, de lo terrenal, de lo corporal, como lugar de re- velación de la divinidad, en vez de mirar lo divino como lugar de realización de lo humano (que era el horizonte típico de la mentalidad religiosa). Fue un cambio radical en el modo de concebir el mundo, la vida y las personas. En el Evangelio de la cruz (1 Cor 1,17) el modelo de lo humano no eran los dioses imaginados o proyectados por los rituales públicos del Imperio (la domina- ción, la imposición, el poder), sino al revés: la divinidad se descubría en lo más humano, lo más corporal, lo más vulnerable y débil de la persona. Esta había sido la propia experiencia de Pablo, tal como hemos explicado más arriba; en ella, los destinatarios de la “palabra de la cruz” podían descubrir un modelo de transformación personal que les daba una nueva identidad, un nuevo sentido, una valoración positiva de sí mismos. Ser sepultados con Jesús en su muerte, comer en memoria de su muerte y vivir (como) crucificados era el signo de que Dios se había hecho presente en sus vidas; era el mecanismo ritual por el que el Espíritu del Dios de Jesús había tomado posesión de sus cuerpos, los había po- seído 80 , y así los consideraba sagrados, como templos que no requerían de otros lugares sagrados ni de otros rituales que los del cuidado de las personas: “¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en voso- tros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis?” (1 Cor 6,19) 81 . 78 “Algunos sociólogos creen que todos estos tipos de conducta muestran que un grado alto de inconsistencia en el estatus produce experiencias desagradables que inducen a las personas a intentar remover la inconsistencia cambiando la so- ciedad, cambiándose a sí mismas o cambiando la percepción de sí mismas” ( M eeks , Los primeros cristianos urbanos, 99). 79 Ib., 129. 80 Cf. M iquel P ericás , Jesús y los espíritus, 48. 81 Cf. 1 Cor 3,16-17: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” En estos textos Pablo alude al sentido comunitario del cuerpo: la ekkle- sía.
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