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216 LA CRUZ Y EL IMPERIO EN EL PROYECTO DE PABLO REVISTA BÍBLICA   2018 / 3 4 ficado reivindicado por Dios, cuando habla de “la palabra de la cruz” (ho lógos ho tou staurou, 1 Cor 1,18), de la que hablaremos más adelante. En cualquier caso, esta imagen del Crucificado resucitado no reem- plazó la centralidad (monoteísmo) de Yahvé  34 , pero afectó radicalmente a la comprensión que Pablo tuvo de Dios tras el descubrimiento de la identi- dad del Crucificado. Si este era el Mesías, el Hijo de Dios, Yahvé era dife- rente a como Pablo había pensado, y el tiempo se había completado  35 . Las tradiciones a las que estaba tan vinculado en su etapa como fariseo se sos- tenían sobre la imagen de santidad y pureza de Yahvé, que pedía una reci- procidad por parte del creyente en todas las facetas de su vida, especial- mente en el templo, donde Yahvé habitaba  36 : “Sed santos, pues yo soy santo” (Lv 11,44); “mantendréis alejados a los israelitas de sus impurezas para que no mueran por contaminar con ellas mi morada, que está en medio de ellos” (Lv 15,31). La aceptación de la alianza por parte de Israel conlle- vaba el cumplimiento de una normativa moral y otra ritual (diversas, aun- que a veces solapadas). Ambas, pero especialmente la ritual, fomentaron una imagen de Dios de santidad y pureza que requería del mismo nivel de santidad y pureza de las personas que se relacionaban con él y que generó un sistema religioso que excluía a las personas consideradas permanente- mente impuras o profanas  37 . Pablo muestra el peso de esta visión del Le- vítico en varios lugares de sus cartas, como Gal 3,12 o Rom 10,5  38 , y, es- pecialmente, cuando recoge la tradición helenista que interpreta la muerte de Jesús de acuerdo con el modelo del Día de la Expiación (Lv 16) en Rom 3,24-25  39 . Esto resulta coherente con su testimonio, en el que afirma que su vida fue un empeño intachable por lograr reproducir esa imagen de Yahvé (Flp 3,6). Este esfuerzo, sincero sin duda, perseguía reproducir una 34  Cf. 1 Cor 8,4-6; 15,24-28, por ejemplo. Este es un tema muy discutido y reque- riría una presentación propia; me limito a remitir a algunas obras recientes que lo han abordado con resultados diversos: cf. H urtado , Señor Jesucristo, 165-186; B auc ­ kham , Jesus and the God of Israel; D unn , ¿Dieron culto a Jesús los primeros cristianos? Considero que Dunn es el más acertado en este tema. 35  Una de las consecuencias más importantes para Pablo fue la intensidad es- catológica que adquirió el tiempo restante, como veremos más adelante; Pablo comprendió que aquel acontecimiento histórico había iniciado el tiempo final y se habían acelerado todas las expectativas y esperanzas en la certeza del cumpli- miento de todas las promesas; cf. P esce , L’esperienza religiosa di Paolo, 28-32. 36  Cf. G il A rbiol , “El Dios sin fronteras de Jesús”. 37  Cf. ib., 29-32. 38  Cf. S prinkle , Law and life . 39  Cf. B yrne , “Paul and Mark before the cross”, esp. 224-226.

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