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213 Carlos Gil Arbiol REVISTA BÍBLICA 2018 / 3 4 Si esto es así, la presentación que los de Damasco le hicieron del Crucificado debió de resultar transformadora, una verdadera revelación (cf. Gal 1,16) 29 . Se podría resumir, para lo que nos interesa, en la afirma- ción que Pablo mismo recoge: “El Crucificado es fuerza de Dios, sabiduría de Dios” (1 Cor 1,24). El Crucificado adquiere un nuevo significado para Pablo que concentra toda su vida, su experiencia, su identidad y su futuro. Resulta abrumador el número de veces que recoge en sus cartas este hecho y su significado 30 . Basta una mirada rápida a la carta a los Gálatas para captar esta idea. Pablo abre y cierra la carta con alusiones a su propia experiencia; nada más comenzar la carta apela a la “revelación de su Hijo en mí” (Gal 1,16), y para terminar explica esta experiencia con mayor detalle: “En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, do es de tal condición que nada podrá otorgarle al propio yo una identidad perfilada y acabada” ( W illiams , Lost icons, 153). 29 No excluyo la concurrencia de experiencias de carácter extraordinario, del Espíritu, que vehicularan este proceso; me limito a la descripción histórica y teoló- gica, pero es también oportuna otra que revele los aspectos extraordinarios de la misma; cf. M iquel P ericás , “Experiencias religiosas extraordinarias en los orígenes del cristianismo”. 30 Las alusiones paulinas a la cruz de Jesús son abrumadoras: además de los textos citados recogidos de la tradición helenista (Rom 6,3-6; 1 Cor 11,23-26 y 15,3- 5), podemos leer Gal 3,1-3 (“¡Insensatos gálatas!, ¿quién os ha fascinado a voso- tros a cuyos ojos ha sido presentado Cristo crucificado?”); 1 Cor 1,18-25 (“La pre- dicación de la cruz es una locura para los que se pierden; mas para los que se salvan –para nosotros– es fuerza de Dios”); 1 Cor 2,1-2 (“No quise saber entre vo- sotros sino a Jesucristo, y este crucificado”); Gal 2,19-21 (“Con Cristo estoy cruci- ficado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”); Rom 5,5-8 (“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones [...] siendo nosotros todavía pecadores mu- rió por nosotros”); Rom 5,10 (“Reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo”); Flp 3,7-18 (“Todo es pérdida ante lo extraordinario del conocimiento de Jesús Me- sías, por quien perdí todas las cosas y las tengo por basura [...] hecho semejante a él en la muerte [...] tratando de alcanzarlo como él me alcanzó a mí”); Rom 8,9-17 (“Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace gritar: ¡Abbá, Padre! [...] somos, pues, hijos y coherederos con Cristo si compartimos sus sufrimien- tos”); 1 Cor 9,1 y 2,1-2 (“¿Acaso no he visto yo a Jesús, Señor nuestro?”; “no quise reconocer [oida] entre vosotros sino a Jesucristo, y este crucificado”); alusiones a viajes celestes o experiencias “fuera del cuerpo” (2 Cor 12,1-10); 2 Cor 3,18 (“Con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor y nos vamos transformando en esa misma imagen”); 2 Cor 11,21-30 (“Para vergüenza vuestra lo digo; ¡nos hemos mostrado débiles! [...] ¿[que son] ministros de Cristo? –¡digo una locura!– ¡yo más que ellos! Más en trabajos; más en cárceles; muchísimo más en azotes; en peligros de muerte [...] Si hay que gloriarse, en mi flaqueza me gloria- ré”), etc.
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