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C a r l o s G i l A r b i o l 396 modos, fundamentalmente integrando el pasado y el futuro del acontecimiento de la cruz. En primer lugar, la “predicación de la cruz” se amplió con el desarrollo de una teología de la resurrección que contrarrestara el excesivo peso de la cruz en la cosmovisión paulina. En este punto, destacan las cartas deuteropaulinas, que amplían la teología de la cruz hacia la resurrección y la entronización de Cristo 71 . Pablo, obviamente, no ignoró la resurrección de Jesús ni las experien- cias y testimonios que desencadenó, que fue decisiva para su proyecto (“si Cristo no resucitó vana es nuestra fe”: 1 Co 15,17); ni tampoco la entronización posterior, como recoge la segunda parte del himno de Flp 2,6-11 (“Por eso Dios lo exaltó y le concedió el nombre sobre todo nombre…”). Sin embargo, la insistencia de Pablo en subrayar la centralidad de la cruz había tenido una serie de consecuencias teológicas, sociales y políticas que estaban en la base de buena parte de los conflictos que tuvo en el pasado. Muerto Pablo y ante la necesidad de reducir las tensiones internas y externas lo más posible, parecía aconsejable ampliar la mirada, limitar las paradojas y desplazar el centro de la reflexión a la resurrección y a la entronización de Cristo que ofrecía, además, ciertas ventajas sociales frente a las amenazas de otras ideas y prácticas (como el ascetismo, rituales de los misterios, adivinación, etc.) 72 . Colosenses y Efesios desarrollan la cristología de las cartas originales subrayando precisamente la preeminencia de Cristo sobre todo lo creado, su capacidad de reconciliar todo bajo su señorío y su poder para ofrecer una salvación universal (Col 1,15-20). La entronización celeste de Cristo lo constituye en fuente de toda potestad y autoridad (Ef 1,3; 2,6). En estas cartas el cielo ha desplazado a la cruz como centro teológico; no es que la cruz desaparezca de la reflexión, sino que no tiene la centralidad que tenía en el discurso de Pablo (cf. Ef 1,15-20); cuando aquella se menciona se hace subrayando a continuación la resurrección y en- tronización 73 . Las consecuencias sociales, políticas y organizativas son, como vamos a ver después, muy diferentes a las que Pablo presentaba. En segundo lugar, se compensó o corrigió también el aparente desprecio de Pablo por la vida de Jesús, por sus dichos y hechos. Pablo, como hemos visto, no había necesitado de ellos para desarrollar y legitimar su proyecto. Sin 71 Cf. A. D ettwiler , “La lettre aux Colossiens: une theologie de la memoire”: NTS 59 (2013) 109-128. 72 Cf. M acdonald , Las comunidades paulinas, 115-127. 73 Cf. P ervo , Pablo después de Pablo, 113-114.

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