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El carisma de Pablo y su imagen de Jesús 6 C.J. Gil Arbiol 02/03/2017 La libertad descubierta por Pablo va a ejercer una función revulsiva del proceso iniciado. Su manifestación no ha servido sólo para desvelar el “embotamiento” ante la lectura del Antiguo Testamento y el sentido de la ley; sobre todo, Pablo halla una nueva realidad absolutamente dominada por la libertad. Tan es así que en esta perícopa Pablo tiene un par de afirmaciones muy rotundas, recogidas en 2 Cor 3,17, en las que sintetiza esa nueva realidad que se le abre delante: “El Señor es el Espíritu” y “donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad”. Y Pablo, efectivamente, va a exprimir al máximo esta nueva situación dominada por la libertad. Un ejemplo muy elocuente es, precisamente, la perícopa que estamos leyendo, en la que, muchos años después de estos acontecimientos, escribirá a los corintios basando su apostolado en la libertad. Era una legitimación de sí mismo enormemente arriesgada, porque él no tenía el mismo rango que los Doce, o los “notables” de Jerusalén (Gal 2,2). Sin embargo, su apoyo en la libertad recibida tenía una expresión, una forma de concretarse. Para Pablo, esta libertad funcionaba como un espejo que reflejaba no su propia libertad, no su propia voluntad o capricho, sino la del Señor. Él mismo, y su misión a partir de entonces, cambió no aleatoria o caprichosamente, sino en función de “lo visto”, en función de ese nuevo rostro descubierto, en función de esa libertad. Sin embargo, todavía muestra Pablo un apoyo más interesante: el cara a cara al que alude no sólo le dio esa libertad, sino que además, esa libertad le daba la posibilidad de asemejarse cada vez más al Señor. De algún modo concibió Pablo en este proceso que esa libertad descubierta tras el velo era la cualidad propia de ese Rostro ante el que todo se desveló. Si “donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” (2 Cor 3,17) es porque el Señor, que es Espíritu, es igualmente Libertad. De este modo, Pablo comprende que la libertad le hace ser como el Señor, le iguala, le asemeja a Aquel que se la ha dado. Siempre que sea capaz de poner por delante esta libertad ante la letra, ante la Antigua Alianza, ante lo caduco..., se irá pareciendo un poco más al Señor, que es Espíritu y, así libertad. Tan es así que podríamos decir que el carisma de Pablo será el de la libertad. Pablo llega a identificarla con el objetivo de su propia misión: “Para ser libres nos liberó el Señor” dirá Pablo en Gal 5,1. Así pues, aquel desvelamiento dio paso a una nueva alternativa que iba a estar presidida por la libertad. En esta nueva realidad, conforme Pablo fuese fiel a su nueva misión, su rostro se asemejaría al del Señor, hasta el punto de estar convencido de que esa circunstancia debía ser una prueba eficaz contra sus opositores y ante los corintios (2 Cor 3,18). Esta identificación de Pablo con Jesús mediante la libertad recibida por el Espíritu no es el punto final de este proceso. Pablo seguirá extrayendo consecuencias de esta identificación, seguirá mostrándose imagen del Señor, seguirá identificándose con él en muchas circunstancias, especialmente aquellas más difíciles y hostiles para él. En todas ellas, su modo de reflejo de la gloria del Señor va a tener un hilo conductor: la inversión de los valores desde Jesús.

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