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El carisma de Pablo y su imagen de Jesús 3 C.J. Gil Arbiol 02/03/2017 cuenta de que ese fanatismo escondía una experiencia más profunda de insatisfacción o frustración; su fanático deseo de cumplir la ley ocultaba la verdadera realidad humana: la debilidad y la incapacidad para cumplir la ley. Fue la ley misma lo que le hizo comprender a Pablo su naturaleza (Rom 7,18- 20): la ley no puede realizar el buen fin que pretendía (establecer una alianza con Dios y ser el signo de la elección y salvación del pueblo) porque el hombre no es libre para cumplirla; está bajo el dominio de su condición limitada (la “carne”; Rom 8,3). Pablo descubre que la ley ha sido puesta, precisamente, por esa incapacidad del hombre para hacer el bien; quiere salvarle, pero falla porque, en realidad, no hace sino manifestarla y agravarla. El “no codiciarás” (Ex 20,17; Dt 5,21) del último mandamiento le descubre a Pablo la existencia de la “codicia” y se la pone delante como una experiencia que le aleja de Dios. A la vez, Pablo descubre que no puede renunciar a la codicia porque es su condición humana, y que, lejos de ayudarle en esta superación, la ley le aleja de Dios, porque le marca la meta en la dirección contraria en la que Pablo puede ir (y no puede dejar de ir). De ahí la exclamación: “¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de esto que me lleva a la muerte?” (Rom 7,24). 2) Su “desvelamiento”. Con esta situación inconsciente, Pablo descubre al Mesías crucificado en su enfrentamiento con los seguidores de Jesús en Damasco. Este encuentro va a significar una transformación de todo su mundo socio-religioso en el que va a tener un papel estelar la interpretación de las tradiciones veterotestamentarias. La firme convicción de que un crucificado no puede ser más que un maldito de Dios según la ley (Dt 21,22-23) dará paso a una visión completamente nueva: “Cristo nos rescató de la maldición de la ley haciéndose él mismo maldición por nosotros” (Gal 3,13). Este cambio Pablo lo describe en 2 Cor 3,12-18 como un proceso de “desvelamiento” en el que descubre el verdadero sentido y función de la ley. Pablo recupera para ello el texto de Ex 34,33-35, donde pretende ofrecer una prueba escriturística de su propia postura, que no es capricho personal, sino iniciativa gratuita de Dios. Y haciéndolo así, nos revela, no sólo su hondo conocimiento de la exégesis rabínica, sino su propio proceso de transformación. Es decir, Pablo no sólo está hablando de Moisés; habla además de sí mismo, de cómo él, siendo fariseo fanático de la ley (Flp 3,5-6; Gal 1,14) descubrió su verdadero sentido. a. El “velo” de Moisés. “Hasta el día de hoy perdura ese mismo velo en la lectura del Antiguo Testamento. El velo no se ha descorrido” (2 Cor 3,14). En el relato de Éxodo, este velo tenía la función de separar lo divino de lo humano, a Yahvé de su pueblo. Así, además de ocultar el rostro de Moisés, la ley ocultó tras otro velo el arca de la Alianza en el templo (Ex 40,3); sólo tras la muerte de Jesús se rompe ese velo de separación (Mc 15,38 y par.), dando lugar a una Nueva Alianza. La interpretación de la tradición que refleja el evangelista Marcos nos muestra la

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