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halo de luz que algunas personas afirmaban per– cibir en torno a su cabeza; y todo el catálogo de virtudes teologales y morales, practicadas, como sus votos religiosos, en grado heroico durante la vida, y reconocido así canónicamente después de su muerte. Esta le sobrevino en Godella el 1 de octubre de 1934, a los 80 años de edad. Cuando el obispo que le administró el viático le oyó murmurar: « No soy más que un pobre pecador», no pudo menos de comentar, para los presentes y para la historia: « ¡ Es un santo, es un santo ! ». Fue sepultado en el sepulcro por él mismo previsto, cerca del de sus antepasados, en la iglesia de la casa-madre de sus hijas las terciarias capuchi– nas de Masamagrell. Aquella fama de santidad, difusa ya en su vida, aumentó con rapidez después de muerto, sostenida por los numerosos portentos atribuidos a su me– diación . Hacia los altares En 19 5 O se instrufan en la diócesis de Valencia los procesos ordinarios informativos sobre su fama de santidad, de virtudes y milagros en general, y se iniciaba el examen de sus escritos, pasándose el resultado a la Congregación de ritos en 1952. Desde esa fecha a 1960 se solventaron en Roma 52

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