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él escribe el 12 de abril, trigésimo aniversario de su toma de hábito en Bayona -, pero iba tan absorto en otras preocupaciones que le confesó a su acompañante no saber ni el mes ni el día de la semana en que se hallaban. Si recibió la noticia de su elevación al episcopádo en la festividad de la Virgen de los Dolores, su con– sagración ocurriría el 9 de junio, en Madrid, fecha en que esta diócesis celebraba la fiesta del Corazón de María: es de admirar cuántas efemérides ma– rianas jalonan el curso de su existencia, sin duda, en armonía con su extraordinaria devoción a la Madre de Dios. El 4 de agosto entraba en la diócesis de Solsona, donde permanecería hasta 1913. En ese plazo puso en vigor algún plan de su predecesor; pro– veyó por concurso todas las parroquias vacantes - « al parecer, a satisfacción de todos, que no deja de ser cosa difícil » ; organizó un museo diocesano para conservar los objetos de valor histórico y artístico de la diócesis; unificó el semi– nario centrándolo en un solo edificio, con ventajas evidentes para su dirección y economía; estableció una escuela parroquial en el local que quedaba vacío y admitió la apertura de un postulan– tado de los padres dominicos en la capital de su pequeño obispado pirenaico. Entre las muchas iglesias que consagró merecen recordarse la parroquial de Masamagrell, en la que había sido 44

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