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presos » bajo el espíritu capuchino. Esta idea iba unida a su ardiente caridad, a los deseos de aplacar la justicia divina, de aplicar la redención de Cristo y de dilatar el espíritu de la tercera orden de penitencia. El germen de ese proyecto, como del de las hermanas, debía, sin embargo, haber brotado en su espíritu con bastánte anterioridad, de ser cierto que, apenas ordenado sacerdote, se despedía de los presos de Santoña exclamando: « Y esto que hemos hecho nosotros, ¿no se podría continuar haciendo por otros? ». Aunque comenzó a com– poner las constituciones de la misma en los días del cólera, se dio cuenta pronto de que una obra de tal envergadura requería mucha oración, me– ditación, consulta y tranquilidad de espíritu, clima difícil en aquellos momentos. El plan de dedicarse a la instrucción y morali– zación de los penados cayó en gracia a muchos jóvenes, que acudían pidiendo ser admitidos en la nueva congregación, aun antes de que el Padre Luis diese publicidad a su proyecto . Entre los aspirantes se contaban varios sacerdotes y algún joven de elevada posición. El prístino anhelo del Padre Luis relativo a la cartuja, pudo realizarse de algún modo ahora, pues la dueña del edificio de la del Puig les cedió gratui– tamente su uso. A comienzos de 1889 tenía ulti– mada la redacción de las constituciones y fijado, 35
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