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última inclinación, redactando para ellas un pro– grama de vida, o constituciones: comenzaba a perfilarse de esa manera el nacimiento de las terciarias capuchinas. Plan que se hizo realidad cuando, inesperadamente, se le presentaron un día tres de las seguidoras del P. Ambrosio de Be– naguacil, suplicándole que las aceptara como base de la congregación en ciernes, suceso providencial, que no pudo menos de recordarle las palabras de dicho Padre en Bayona acerca de quién habría de cuidar del futuro de sus monjitas. Este había muerto el año anterior (1880). Desde aquel momento el Padre Luis simultaneó la atención a los terciarios seculares y a la naciente congregación femenina de vida consagrada, cuya aprobación eclesiástica obtendría del cardenal An– tolín Monescillo y Viso en 1885. En dicho año dio la profesión perpetua a sus tres primeras religiosas, la temporal a ocho novicias y el hábito a cuatro postulantes. La obra insigne de las terciarias capuchinas de la Sagrada Familia, con su nuevo hábito, las constituciones y el reconocimiento a nivel dio– cesano, estaba en marcha. Sus estatutos las describen así: « El fin general de esta Congre– gación será servir al Señor, procurando su gloria en vida mixta (... ), entregándose unas veces a la dulzura de la contemplación, y dedicándose otras, con solicitud y desvelo, a socorrer las necesidades 31

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