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virtud de un feliz equívoco político, dio comienzo en la ciudad andaluza de Antequera, teniendo como jefe de expedición al P. Esteban de Adoáin. Fray Luis de Masamagrell, destinado también a ella junto con otros tres coristas, hizo el viaje en compañía de su lector, el P . Bernabé. Después de cuarenta años de supresión, la gente había perdido hasta la memoria del hábito religioso. Por eso, en el camino se les. confundía , en unas partes, con moros, en otras con judíos, pero no se les molestó hasta llegar a Córdoba. Aquí provocaron, primero la risa, y luego la amenaza de unos jóvenes gamberros, a los que oyeron decirse entre sí: « ¿ Qué bichos serán esos ? Queréis que vayamos y les demos una puñalada ? ». Aterrado, el P. Ber– nabé de Astorga se volvió a su estudiante, excla– mando: « Hijo, bien he hecho en hacer confesión general antes de salir, pues creo no llegaremos vivos a Antequera ». La cosa no pasó de sustos, y el día de San José de 1877 inauguraban el primer convento español de la restauración, con la mayor solemnidad y un sermón magnífico del P. Adoáin. Pero, una vez establecidos en él, hubieron de ganarse la confianza y el afecto de la población a brazo partido y no sin astucia. Mucho hizo el prestigio del superior y la afabilidad de todos con cuantas gentes se les acercaban, mas no menos eficaz resultó el haber elegido deliberadamente, para maestro de obras 23

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