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estratagema. Propuso a su lector que se invitase al P. Ambrosio a predicar los ejercicios espirituales a la fraternidad de Bayona, idea bien acogida por todos. « Pues tenía yo la convicción - escribe - de que, si los daba a la comunidad, pediría (ésta) al Padre Provincial su admisión ». Al P. Ambrosio le previno de no negarse a predicarlos, si se lo pedían. Y todo salió según sus previsiones . Pero hubo algo más. El P. Ambrosio había ido formando en Montiel a un grupo de jóvenes deseosas de consagrarse a Dios en el claustro, y les había dado el hábito de capuchinas y algunas instrucciones por toda regla monástica, sin pasar a más formalidades canónicas. Pues bien, a veces le decía en serio al joven pro– feso de Bayona que alimentaba la esperanza de que, andando el tiempo, sería él quien llevaría adelante aquel proyecto. Era una intuición pro– fética. Estudiante y restaurador En Bayona inició los estudios de la teología y allí recibió la tonsura y órdenes menores en junio de 1876. Pero su vida de estudiante teólogo se vio envuelta en los azares de la restauración de los capuchinos en España. Gestionada ésta con las autoridades civiles, que dieron luz verde en 22

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