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hay en Bayona (Francia) y allí seguramente pro– fesaréis ». Novicio capuchino De ese modo se abrió ante ellos una meta hasta entonces poco menos que enteramente ignorada. Escribieron al superior de la desconocida comuni– dad capuchina de Bayona, pues de ésta se trataba, solicitando ser admitidos, y no tardaron en recibir contestación favorable. Al mismo tiempo, uno de los amigos ingresados en una cartuja francesa, les notificaba su salida de la misma y entrada en los capuchinos de Tolosa. Al partir hacia su destino, José María dijo a sus hermanas que se ausentaba ocho días para hacer ejercicios espirituales y se embarcó en Valencia con su compañero el 28 de marzo de 1874 rumbo a Francia, llegando a Bayona a finales de dicho mes, al tiempo que le hubiera correspondido emitir su profesión como terciario franciscano. El nuevo convento de Bayona había sido fun– dado en 1856 para proveer de un asilo seguro a los capuchinos exclaustrados en España, finalidad pronto transformada, por las autoridades de la Iglesia y de la orden , en la de noviciado para los aspirantes españoles. El ambiente de pobreza, austeridad en todo y observancia regular era tan 19
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