BCCCAP00000000000000000000776

en el noviciado, pero, al final, todos vendrían a dar con sus huesos en la orden capuchina y a participar en su restauración en España. José María continuaba tropezando con el obstáculo familiar del incierto porvenir de sus hermanas, no obstante la protección del sacerdote amigo. Buscando la bendición de san Francisco para que se le despejase el camino de la cartuja, en 187 3 se hizo terciario franciscano. Y no hay duda de que no sólo las dificultades se disiparon como por ensalmo, sino de que en su horizonte el Santo de Asís hizo brillar una luz insospechada. Se acercaba, además, para José María la edad de su enrolamieno en el ejército, lo cual suponía po– nerse al servicio de un gobierno revolucionario, enemigo de la considerada « causa católica », o carlista, y sin sentir en sí vocación militar alguna: habida cuenta de esas y otras circunstancias con– currentes, un tío paterno, que hacía las veces de tutor, y el sacerdote que protegía a los cinco huérfanos, le autorizaron para gestionar su entra– da en un convento. Junto con el amigo que le quedaba, consultaron a un jesuita, el cual trató de orientarlos hacia la Compañía de Jesús, sin convercerles. Por lo cual su consejo definitivo fue: « Pues no vayáis a la cartuja, en la que no profesaréis, por la diferencia de carácter entre franceses y españoles; dirigíos a un convento muy observante de españoles que 18

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz