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Vocación en ciernes En ese ambiente de piedad, cada vez más intensa, se fue despertando en él una vocación superior: la de abrazar el verdadero estado de perfección, según se lo llamaba. Per9 ¿ cómo hacerlo en un país del que los religiosos · habían sido barridos más de treinta años antes? Yo « no había visto más Religiosos que a unos Franciscanos que vinieron de paso a Valencia para Tierra Santa, y a mí me parecieron ángeles bajados del cielo », escribe en su vida . Sucesos de otra índole, como la revolución política y las desgracias familiares , hicieron madurar rápidamente su espíritu juvenil. En 1868 era destronada Isabel II y las turbas se apoderaban temporalmente de la calle al son de « Viva la libertad »; en el 69 la ciudad de Valencia pasaba del estado de sitio al de plaza rebelde siendo, por ello, bombardeada cruelmente: a duras penas pudo la familia Ferrer huir a Godella. En noviembre de 1870 moría su padre y, nueve meses más tarde, la madre, que, con la última mirada y unas pala– bras apenas inteligibles, le recomendaba el por– venir de sus hermanas, ruego que nunca se borraría de su mente ni de su corazón. Su sentimiento fue entonces el del alma que se siente absolutamente sola en el mundo y quiere dejarlo, o en pos de sus difuntos, o entrando en 16

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