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45 de presentarse el varón y la mujer para la oración y la profecía. Esta altera- ción de la apariencia afecta directamente a los roles de género: algunas mu- jeres ejercían los roles propios de varones (según hemos mencionado en el punto anterior, el de oiv kono, moj y el de politiko, j ) apareciendo como varones ( av katakalu, ptw| th/| kefalh/| : 11,5); algunos varones justificaban el compor- tamiento de las mujeres orando y profetizando como mujeres ( kata. kefalh/ j e; cwn : 11,4). Este comportamiento revela el deseo de que las mujeres ejer- zan funciones masculinas; es un intento de desplazamiento de las funciones masculinas hacia las femeninas, del espacio público hacia el privado. La res- puesta de Pablo no resta este movimiento, puesto que les permite a ellas orar y profetizar; únicamente limita los excesos que repercuten negativa- mente en el honor y, por tanto, en la imagen de la comunidad. Su argu- mentación acaba en 11,10 recordándoles la vigilancia de la que son objeto por parte de “los ángeles”, propia de la visibilidad del espacio público, como hemos visto antes 129 , por lo tanto aceptando esa dimensión pública de la ev kklhsi, a . En segundo lugar, nos encontramos con la respuesta de Pablo a quie- nes no aceptan la igualdad de roles en la ev kklhsi, a y exigen a la mujer un signo de subordinación (11,15) 130 . Para estos, el hecho de que algunas mu- jeres oren y profeticen, y lo hagan trasgrediendo las fronteras naturales de identidad sexual, altera la jerarquía natural y el equilibrio del orden do- méstico y político. Así pues, la dimensión pública de la ev kklhsi, a altera el orden doméstico de los roles de género. La respuesta de Pablo deja claro desde el inicio que el equilibrio se mantiene aunque la ev kklhsi, a tenga di- mensión política (11,3). La mujer puede profetizar, pero debe hacerlo de modo que no se avergüence a sí misma ( gunh. de. ev a. n koma/| do, xa auv th/| ev stin : 11,15a), ni avergüence a su marido (“su cabeza”: 11,3). Sin embargo, Pablo niega claramente la imposición del velo; acaba su argumento contra este grupo afirmando que la melena le ha sido dada “en vez de velo” ( h` ko, mh av nti. peribolai, ou de, dotai : 11,15b). Este grupo, al contrario que el anterior, desea que las funciones masculinas no sean ocupadas por mujeres y, por tanto, que el espacio público sea restringido a varones. La respuesta de Pa- blo no acepta esta restricción, puesto que admite que las mujeres profeticen y niega el uso del velo y el confinamiento que supone. 129 Cf. nota 87. 130 El uso del velo suple el tejado de la casa cuando la mujer sale fuera; cf. la nota 14 y J.H. Neyrey “Teaching you in public”, 83-84; B.W. Winter, RomanWives RomanWidows , 80. de la casa a la ciudad didaskalia xxxviii (2008)1
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