BCCCAP00000000000000000000775

30 64 Cf. M. Grahame, “Public and private in the Roman house”, 162. 65 Como es el caso del cubiculum ; cf. A.M. Riggsby, “Public’ and ‘private’ in Roman culture”, 56. nado lugar, mayor es la división del espacio, tanto en la casa como en la ciu- dad. Este dato tiene una relación directa con la dimensión física del espacio en cuestión; un espacio pequeño sin divisiones hará que una función do- méstica ejercida en un determinado momento en él se mezcle y confunda más fácilmente con una función pública (y viceversa). La división no sirve solo para separar los usos privados y públicos de un espacio; además esta- blece diferencias entre los miembros que ocupan ese lugar asignando lími- tes y, por tanto, separando a los habitantes 64 . Esta división del espacio tiene varias consecuencias: cuantas más fronteras tenga un espacio, mayor nece- sidad revela de separar las dimensiones pública y privada y, consecuente- mente, menor interacción entre lo privado y lo público; cuantas menos fronteras tenga un espacio, mayor posibilidad de influencia mutua entre las eventuales actividades públicas y privadas que se realicen y, por lo tanto, más confuso y ambiguo. Podríamos, pues, distinguir lugares más “dividi- dos” y más “ambiguos” o confusos. El número de fronteras no determina, entonces, el carácter más público o privado de un espacio, sino la preocu- pación de los habitantes de separar o unir ambas dimensiones (funciones y personas) en el mismo espacio en un determinado momento. 4) Las funciones En cuarto lugar, diferentes tipos de espacios pueden desarrollar dife- rentes funciones. Pero, paralelamente, un mismo espacio puede cumplir di- ferentes funciones, dependiendo del momento y de las personas que interactúan en él 65 . El carácter privado de un espacio en un momento de- terminado depende, por tanto, de que las funciones e interacciones que se realicen ahí en ese momento tengan un alcance doméstico, es decir, que afecten únicamente a los miembros de la casa/familia; mientras que el ca- rácter público vendrá dado por la dimensión política de las funciones o in- teracciones que se realicen, es decir, que afecten más allá de la casa, a la ciudad. Distinguimos, pues, entre espacios más “políticos” y más “domés- ticos”. Esta distinción permite comprender la flexibilidad de los espacios y su multifuncionalidad. Así como el tercer criterio hablaba fundamentalmente de la coorde- nada espacial (el número de umbrales de un espacio determinado), es ne- carlos j. gil arbiol didaskalia xxxviii (2008)1

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz