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VISA DE A»/IOR zo íntimo, rtraa:i,.,'\forimante, que me fUIIlida totalmente con el Amado, que ,ni,e identifique por completo con Cristo, de suerte que pueda decir en verdad c~n San Pablo: "Vivo yo, mas no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí". Sí, Cristo sólo viv,e en 'mí. Vi,ve en mi alma, en mi cuerpo, en mi inteligencia, en mi voluntad, en mi corazón; en todas mis potencias y sentidos. No hay nada en mí que no esté impregnado de sus gracias, que no respire el olor de sus· virtudes. Cri'sto es mi: vida y yo estoy adherido a El, injertado en El y en El transfo:rmado. íEste abrazo se pide que dure mientras cruce la han-– dura te,rrenal, es decir, en este tiempo que trascurre en el desierto del mundo. Esto no quiere decir que con; la muerte se ha de romper este lazo. La muerte no es sino un nacimiento para la vida; eter•na del cie– lo. Al1í la unión ya es pura y perfecta; el éx,tasis, completo y eterno. Esto es un, vivir totalmente ab– sorto en la visión del rostro de Dios. Con esto el bien– aventuriado queda anegado en el torrente de las di– vinas delicias. El abrazo de Dios en la tierra nos hace beber del agua vi:va que salta hasta la vida eterna. El abrazq, del cielo es quedar enteramente sumergido en el mar inmenso de la divinidad. VII MJ,entras llegue ese fehlz día en que espero contero~ plar el rostro de Dios y gozar ¡plenamente q.e .su abra,.. zo, ho hay más remedio que ir ,peregrinanp.o por este

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