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FR. C.ANDIDO DE VINAYO, O.M. CAP. 114 Cuando el so1 sale por el horizonte, •desaparecen las sombras. Cuando la fe penetra bien el alma, des– aparecen de ella las ruincta:des y miserias, m1ueren 1as bajas aspiraciones, los me111gUados deseos. La inteligencia comprende la realiqad de las cosas; el corazón no ama los bienes terr,enos, sino que única– mente suspira P.Qr su único. y amado Bien que es Dios. Queda encendido en el fuego de la divina ca– rida,d. De esta manera tocta mi vida será ennoble– cida, santificada. Esta luz sobrenatural, que es la fe, envolviendo mi a'1ma me hará volair por elevadas regiones. Las alas.de mi .espíritu realizarán el despegue de la tie– rra para elevarse y perderse en el cielo. Mi alma así puriftcada y esclarecida brillará a los ojos de Dios como etéreo fanal, es decir, como foco de luz divina y eterna. ¡Señor! -te diré con el ciego del Evangelio-. ¡Señor! ¡Que vea! Vierte en mi interior esa luz ¡por la que sus¡pira mi :alma y, de ella penetrado, quede ,ciego ,para no ver ni aprecia.r las cosas de la tierr.a. Que vea, tan sólo las del .cielo, 1 que son las que úni– camente pueden saciar los anhelos de mi corazón. ¡ Que te vea a Ti, fuente de luz inmortal y, anegado en tu luz indeficiente, viv,a siempre, mientras vaya cru– zando por este valle de sombras hasta que Uin día lo,– gre sumergirme en el océano de 1 la luz· inaccesible de tu divinidad! IV La luz Qe Ia fe rq,e descubre un mundo: nuevo. E,lla

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