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aic: 7 \t FR. FELIC'LL\.NO DE YENTOSA, O. f'. M.. CAP. munida,d en que vlven: Ello no-s mm:rve a concluir es– tas ~flexiones con una. llamada al .sentido social ds estas a1mas entregadas a Dios. Advirtamos,. ante todo, que la imputación aludida no es 1n1'recuerute. H. de Lubac ha recogido en las primeras páginaG de su libro sobre los aspectos so– ciales del dogma católico · esos infundios. Nos basta dtar algunos para ver certeramente hacia dónde ,apuntan los calumniaidores de la vida contemplati– va: "Nuestra -moral, dice uno, es cada vez meno, eristiana porque cada día es más social. E1 cristia,... no, como el estoico, se basta a si mismo". Y otro: "El ·hombre no debe tener más que u111 anhelo: su sa– lud individual, se dice. Si todos aceptan este punto de vista, no habría que hacer otra cosa sino tornar a los desiertos, emrparedarnos en los claustros, mar– tirizarnos día y noche para escapar d.el infierno y ganar el cielo. Pero todo esto es negación de la hu– manidad, de la vidia social" {12). Tal falsificación de la vida reJigiosa ha QJOdido, quizá, encontrar ¡pretexto y áfpariencia en la excesiva preocup¡ación con que una piedad enclenque y raquítica rodea a veces el pro– blema que dnnegahlemente p,aria. todos es el capital: la salvación eterna. P,ero es en la tierra. del descl'ei– miento y en la mala fe ooct-arla ponde germinan ta– les d-iciterios. F.J descreimiento lleva a ta,Ies espíritus a no cotiz.ar sino lo que constituye un v:alor y una ,aportación aJ bienestar materdal, científico, ideoló- 02) En H. de Lubnc, CtJ,,t/u;licisme. l.,35 a.1p;1cts .'JOO'tauz 4'il i.i.Cl¡;¡rne. 5 éd. París. 195:t p. VIII-IX.

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