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E'SPlRID'.'UALlDAD DE' {,A M, ANGgIX!!8 f:\ORAZU 4,25 la construcción de la ciudad santa que cada al,ma cristiana hc1 de ir edlfic~ndo en su propio corazón, rnorada de Dios, castmo interior, según las conoci– das expresiones t€resia.nas. Tiene,· sin embargo, de particular .esta construcción intima que no se puede efectuar con gesto y ,procedimiento solitario. El al– ma trahaja en su. propia santificación, no en un ais– lacionismo exclusi,vista que la segrega de los demás, sino, al contrario, en solidaridad vital con sus her– manos. Es ésta la ent,raña de lai doctr.ina paullna so– bre el Cuerpo Místico de Cristo, que es su Iglesia. Todas las alma,s de profunda vida interior han sabo– reado en los gozos de su Taibt¡>J." y en las noches de ·m Ge~:;emani las ,rique:z¡as de esta verdad dogmática. En esos momentos cumbres de su vJda se ha,n senti– do injertadas en est,e organismo sobrenatural y mís– tico del que Cristo es su cabeza y ellas un miembro, quizá pequeño, insign.l.flcante, -" ¿por ,ventura todos apóstoles, todos ¡profetas, todos doc.toiieS?", se pre- . guntaba el Apóstol-, ¡pero siempre de algú,n modo necesario, según aiquel1a profunda sentencia ,del mis– mo Apóstol que dle:e: ''.suplo en m! carne 'lo que fal-– ta a las tribu1aciones de Cristo poi~ su cuerpo, que es la Iglesia" (Eph. 1, 24). Es uno de . los capítulos más delicadament,e emo– tl vos y con frecuencia silenciados de la vida íntima de nuestros santos este sentido. de viviente soHdari– dad con sus hermanos. ¿Quién puede olvidar la in-– genua ¡preocupación materna de la pequeña Teresa de Ll.sieu:x a fa,vor del alma _del ·asesino Pr.anzini? ¿Y ~u ingreso en el Carmen para rogar por las almas,

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