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4-18 FR. FELICIANO DE VENTOSA, O.· F. M. CAP. te soUcitud lo hace con las almas que trepan afano– sas por las serranías escarpadas de la vida mística. Cuántos extravios y tumbos siniestros se hubieran evitado las almas anhelantes de santida!l si todas ellas hubieran seguido la sabia lección de Santa Teresa cuando escribe: "Tengo por muy cierto que el de– monio no engañará, ni lo permitirá DiüiS, a alma que de ninguna cosa, se fía de si y está fortalecida en la fe ... Y con este amror a la fe... siempre pro– cura ir conforme a lo que tiene '1a Iglesia... , que no la moverán cuantas mvelaciones rpueda, imagi– nar, aunque viese abiertos los cielos, un punto de lo que tiene la Iglesia". (Vida, cap. 25, n. 12). ¿Cuál fué, pues, la actitud del espjritu de la, Ma– ,dr•e Sorazu ante fa Iglesia? ¿Cómo víó y concibió y ex;periencialmente sintió y gustó el gran misterio de Cristo que es su Iglesia? Los teólogos distinguen dos aspectos en este mist•e– rio. Con el P. Sauras ( 1) concretamos formulariamen– te esos dos aspectos, adjetivándo-los con los nombres de jurídico-teológico y teoló[Jieo sin más. El aspecto teológico-jurídico abraza ese conjunto de elementos divinos de que Cristo Jesús, fundador de la Iglesia, ha dotado a ésta y que implican el que de alguna ma– nera s·ean visibles. Tales son: el magisterio, e1 sacrifi:.. cial. Mas todos estos elementos, visibles de algún mo– do, se haHa,ri consütutti.vamente ordenados a 01tros in– visibles, que son la gracia, las virtudes, los dones del Espíritu Santo y el mismo Espíritu Santo en cuanto (1) Cf. Emilio Sauras. El Cu€Tpo MíStico de Cristo. - B. A. c. Madrid, 1952, p, 14:-18.

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