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138 REVISTA ESPAÑOLA DE TEOLOGIA.-E. Rivera de Ventosa sación, que es todo un reto, de A. Nygren a la teología católica. Iniciamos este examen exponiendo de modo sucinto y claro lo esen– cial de la postura de A. Nygren. Es éste el imprescindible punto de partida para que nuestra respuesta al teólogo protestante tenga la seriedad y el rigor intelectual que el tema merece. · La postura mental de A. Nygren la creemos perfectamente defi– nida por el contraste que establece entre los dos amores mentados y por la pregunta que hace sobre la actitud que tomó el cristia– nismo ante el amor-eros. Determinemos brevemente estos dos puntos. Por lo que toca al primero es de notar que A. Nygren contra– pone con precisión casi matemática, a dos columnas, los respectivos caracteres de eros y ágape. De los nueve que señala, nos parece que en esta ocasión basta acotar cuatro principales. Los presenta– mos a doble columna, según él mismo hace: Eros . Eros es el camino del hombre para ir a Dios. Eros es un amor egocéntrico, un modo de autoafirmación, la más alta, excelsa, sublime. Eros quiere 'ganar su vida', viene a ser algo divino, inmortal. Eros constata valor en el objeto -y lo ama. Agape Agape es el camino de Dios que se abaja al hombre. Agape es amor desinteresado, 'no busca lo suyo', es pura donación. Agape vive la vida de Dios, piensa entonces 'perder su propia vida'. Agape ama -y crea ,¡;alar en el objeto. De manera intuitiva aparecen en este esquema las notas cons– titutivas de estos dos amores. Peculiar del primero, del amor-eros, es ser un amor indigente, que va en busca de lo que le falta, pero dotado de fuerza casi omnipotente con la que parece sujetarlo todo a su poder. En contraste con él, es propio del segundo, del amor– agape, el ser pura benevolencia, que da el don sin merecimiento alguno, pero con la intención de mejorar al que lo recibe, de crear en él valores inexistentes. Indigencia y plenitud, búsqueda menes– terosa y donación rebosante: el contraste de estas cualidades define y precisa el contraste entre los dos grandes amores del espíritu hu– mano. No son las únicas formas fundamentales del amor, como pa– rece suponer el gran estudio histórico de A. Nygren. Lo cual juz– gamos, sea esto dicho de paso, una gran deficiencia del mismo. Pero sí son estos dos amores los más calificados en su contraposición. A los dos nos antendremos casi exclusivamente en esta reflexión so– bre el místico fray Juan de los Angeles. Esta clara distinción entre· eros y agape viene a ser el preámbulo para comprender el alcance de una pregunta que A. Nygren se hace en su obra y que viene a ser clave en su ponderada investigación.

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