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152 REVISTA ESPAÑOLA DE TEOLOGIA.-E. Rivera de Ventosa y la esposa cierran el gran coloquio de los siglos con esa palabra que pronunciará siempre el amor sincero: 'Veni'. Fray Juan de los Angeles, de espaldas aquí al impersonalismo de la metafísica pagana del eros y a la carencia de diálogo entre la fascinante belleza transcendente y el ser humano -poeta, artista, pensador, contemplador- que se siente fascinado por ella, halla en el epitalamio del Cantar de los cantares el bullir de dos conciencias en dulce choque: con sus encuentros y escapadas, con su fidelidad rei{eradamente prometida y no siempre cumplida en la plenitud de sus exigencias ; para que, al final, todo acabe en el eterno deliquio de la mutua posesión, plenamente consciente y aceptada. Adviértase que estas dos conciencias en requiebro mutuo para el P. Angeles son Dios, Verbo encarnado y el alma, que ha salido en su búsqueda por los cruces de la existencia. La exposición detallada de este encuentro personal y dialógico entre Dios y la creatura que sale a su encuentro es el comentario largo que hace fray Juan de los Angeles al Cantar de los cantares. Imposible en esta ocasión cualquier intento de resumirlo. Baste aco– tar uno de los más bellos momentos del mismo. Aquel en que quiere declarar este sencillo pasaje: Oleum effusum nomen tuum. Lo hace en estos términos tan delicados: 'Este verbo effundo significa derra– mar de gana, y de manera que se agote la vasija ... Lo que propia– mente significa este verbo es derramar con ímpetu y voluntad de desentrañarse y darse todo. Y en esta significación podemos decir que está en este lugar. Jesús es ungüento salido de las entrañas de Dios, nombre en el cual Dios se desentrañó y con que manifestó su bondad al mundo, y en el cual dio cuanto tenía ... porque se vació y derramó la vasija en que estaba, que es el pecho del Padre, cuando nos dio a Jesús, o porque pareció Dios agotado en este nombre'. Al final de su razonamiento el alma del P. Angeles se le va por la plu– ma y exclama: '¡ Oh, cómo se desentrañó Dios dándonos a su Hijo! ¡ Qué de gana y con cuánta voluntad nos le dio! ¿Qué más tuvo que darnos? O ¿qué no nos dio dándonosle?'. Y recuerda como final la gran frase del Apóstol (Rom. VIII, 32): Quomodo cum illo omnia nobis donavit' 21 • Ante este breve pasaje podemos desafiar al más ceñudo acusador a que mantenga su postura de que la mística católica es más bien una mística de corte platónico. Es patente que en fray Juan de los Angeles, el gran místico franciscano del siglo xvr español, el corte platónico queda demasiado en la periferia. No penetra en esta alma mística. Hasta las fórmulas platónicas que utiliza muy frecuente– mente toman en él un profundo sentido bíblico, que halla su ple- 21 Consideraciones... Lectio prima, art. VI, t. II, p. 95.
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