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344 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA 32 nes, del éxtasis de Ostia cuando madre e hijo, asomados a la ventana, se elevan de las bellezas terrenas hasta la suprema Belleza es de tal encanto y sublimidad que sufre la comparación con las mejores páginas escritas por el espíritu humano. Por desgracia hay que constatar en la exposición del pensamiento cris– tiano un permanente descuido, repelente desaseo en ocasiones, debido a que l'exil des belles-lettres, de que habla Van Steenb., se haya continuado en una lamentable tradición. Y ya es significativo que esta tradición sea truncada por espíritus que han bebido su inspiración en San Agustín. So– bre la tumba del Card. Newmann se lee esta inscripción: Ex umbris ad ve– ritatem. Sentencia agustiniana que transparenta la fina sensibilidad artís– tica de quien hizo de su vida una aspiración a lo eterno. Las hondas e iluminadoras verdades del pensamiento cristiano han per– dido mucha de su capacidad de irradiación por la envoltura descuidada con que aparecían ante el hombre culto de fina sensibilidad estética. Otra vez, el ejemplo de San Agustín, gran escritor, pudiera potenciar el poder irradiador de tantos pensamientos luminosos como se hallan en las gran– des síntesis cristianas. Sobre Estética teórica, la aportación de los grandes doctores cristianos no es muy cuantiosa. La lectura de Platón y de Hegel deja demasiado al des– cubierto que los problemas de la Estética no han sido extraordinariamente iluminados por aquellos doctores. Tal vez la única aportación gigante, dada por el pensamiento cristiano, haya consistido en vincular la Belleza subsistente platónica a la realidad concreta y existencial del Verbo Eterno y del Verbo Encarnado. I>ues bien; también es San Agustín quien mejor nos expone esta vinculación. De él escribe el eminente crítico Menéndez Pe– layo: «Sobre todos estos restos de la sabiduría antigua, .trabándolos, en– lazándolos y vivificándolos, se levanta la idea cristiana, expresada en este apóstrofe de las Confesiones: «Nulla essent pulchra nisi essent abs te». Y más adelante comenta la visión agustiniana de la belleza del Verbo Encar– nado: «Sobre toda belleza humana, aún sobre la misma belleza interior, cuya raíz es la justicia, se levanta, en el sistema de San Agustín, la belleza del Dios humanado». «Inefable concepción», llama el insigne crítico a esta visión agustiniana 84 • También sobre otros puntos de Estética tiene San Agustín observa– ciones atinadas que han merecido ser recogidas. Pero otra vez hay que constatar que en los doctores medievales este caudal apenas aumen– ta con algunas observaciones profundas, pero muy parcas, de Santo To– más, Raimundo Lulio, etc... Basta ojear algo detenidamente la obra de 84. Historia de las Ideas Est., t. I, pp. 155 y 160,

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