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342 ·ENRIQUE ·RIVERA DE VENTOSA 30 empalma con San Agustín en su intento de construir en la libertad la Nueva Ciudad de Dios 72 • Cuando este filósofo escribía estas líneas aún domina– ba en filosofía y teología el espíritu de sistema, tejido con conceptos abs– tractos e intemporales. Hoy, por la ley del balancín, nos amenaza el peligro opuesto. Y un historicismo de la peor ley tiende a filtrarse dentro del pensa– miento cristiano. Es que nos ha faltado la síntesis entre el sistema concep– tual y la visión histórica, entre Santo Tomás, máximo representante de la concepción sistemática y San Agustín, vidente de la Ciudad de Dios en su marcha por la historia. Y sólo por esa síntesis el pensamiento cristiano podrá ser fiel a la verdad eterna y a su encarnación en un momento deter– minado del tiempo. Esta palabra, tiempo, esencialmente vinculada a la historia, nos recuerda otra ingente pérdida en el agustinismo filosófico. La temporalidad la ha mos– trado Heidegger íntimamente vinculada a la íntima estructura del ser hu– mano. Esto lo siente ya San Agustín al analizar las relaciones del tiempo y la memoria. Pero en la historia del pensamiento cristiano no se conservan estos análisis. Ni, por supuesto, se enriquecen. Dentro de los grandes sis– temas escolásticos el tiempo no es más que el tiempo exterior a la vida hu– mana: el tiempo físico o astronómico. Una vez más, Aristóteles suplantó con enorme deficiencia al pensamiento cristiano, ~epresentado por San Agustín 78 • Lo personal e impersonal en la vida del J>ensamiento es un tercer tema en el que el agustinismo filosófico decae de su primera fuente. Es innegable el declinar del pensamiento griego hacia lo impersonal. El Eros platónico persigue una Belleza trascendente impersonal y el cosmos es movido por un motor inmóvil al que difícilmente podremos llamar persona, en la visión de Aristóteles. Culmina este impersonalismo en la fría concepción estoica en la que el mundo es arrastrado por una fatal necesidad que todo lo estruja sin compasión: dioses, hombres y cosas. Sabido es también que el espíritu de sistema logra en el estoicismo su plenitud de significado. Todo ello a costa del yo personal que no influye en la férrea concatenación de los sucesos. . San Agustín no sólo luchó decididamente contra la concepción estoica de los ciclos históricos que imponían por doquier una férrea necesidad. También supo organizar su concepción del mundo desde una perspectiva en la que la persona ocupa un puesto preeminente. Lo prueba la importancia decisiva que en la marcha de la historia, de la Ciudad de Dios, atribuye a la actuación libre del hombre. 77. El sentido de la historia, trad. española. Barcelona, 1943. 78. Cf. J. GuITTON, Le temps et l'étérnité chez Plotin et saint Augustin, 2 éd. Paris, 1955; J. CHAIX-RUY, Saint Augustin. Temps et histoire. Paris, 1956; E. CoLOMER, Tiempo e histo– ria en San Agustín, en «Pensamiento», 15 (1959), 569-586.

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