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3 HACIA UNA INTERPRETACIÓN DE LAS GRANDES SÍNTESIS DOCTRINALES... 315 de Aquino de su tratado antiaverroista fue sin duda una de los grandes sucesos del año 1270. Buenaventura venía denunciando desde hacía largo tiempo el error averroista en nombre de la fe y de la moral cristianas. To– más dirige contra él el fuego de su crítica filosófica y debilita las posiciones de sus adversarios con una argumentación que es, en su conjunto, irre– futable» 3 • Según este texto, para el prof. Van Steenb., San Buenaventura, para mantener el patrimonio cristiano en peligro, tomó una actitud de defensa, exterior a los problemas íntimos que se discutían, a los que enjuicia ante todo desde la fe y la moral vigentes. Santo Tomás, por el contrario, entra en la fortaleza contraria, baja al terreno del enemigo y allí, pie a pie, con las mismas armas de la razón que utiliza el adversario, demuestra la verdad filosófica estudiada y su conformidad con los datos de la fe. Esta interpretación grosso modo nos parece recta. Pero mantenida sin estridente oposición. Pues si en San Buenaventura predomina la preocupa– ción apologética, no rehuye bajar al terreno de la filosofía. Van Steenb. se detiene a comentar el texto de Santo Tomás: hic horno intelligit, por con– ceptuarlo clave en la refutación de la unidad del entendimiento agente. Y hace ver que el razonamiento del Angélico es válido desde la pura filoso– fía 4 • Pero no parece menos válida la recia argumentación de San Buena– ventura cuando lo impugna desde esta triple disyuncción. Si se acepta, dice, la unidad del entendimiento agente junto con la eternidad del mundo, se seguiría: «Vel quod animae sint infinitae, cum h,omines fuerint infiniti; vel quod anima est corruptibilis; vel quod est transitio de corpore in corpus» 5 • Esta argumentación es tan vigorosa y eficaz, al menos, como la to– mista. No se puede, por lo mismo, decir sin más que San Buenaventura mantiene tan sólo una postura meramente extrinsecista ante la nueva concepción del mundo. Van Steenberghen da un paso más en el análisis del pensamiento filo– sófico de ambos doctores. Y para precisarlo acude a ciertas fórmulas que merecen nuestra reflexión. Digamos primeramente que convenimos con el sabio historiador medie– val en el valor relativo de las fórmulas. Con justo motivo puede escribir: «Ne nous battons pas pour des formules» 6 • No merecen, efectivamente, las fórmulas un pelearse por ellas. Bergson ha visto muy bien que son cons– titutivamente deficientes. Esportillas de Danaides dejan escurrirse lo mejor del contenido doctrinal. No obstante, son procedimientos orientadores en 3. La philosophie... , p. 444. 4. La philosophie... , pp. 440-441. 5. Collationes in Hexaemeron, coll. VI, 4; Op. O., t. V, p. 361b. 6. Laphilosophie... , p. 184.

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