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29 HACIA UNA INTERPRETACIÓN DE LAS GRANDES SÍNTESIS DOCTRINALES••• 341 un caso ejemplar. Es la obra de R. Otto, Lo santo 75 • Hoy este libro es un manual de todo investigador sobre filosofía de la religión. Pues bien; este manual no es más que un comentario a la bella y profunda sentencia agus– tiniana: Et inhorresco et inardesco... Da pena tener que constatar el retraso de ciertos ambientes culturales cristianos en estudios tan importantes como éste de la filosofía de la religión. Místicos y ascetas habían reunido un material incomparable. Pero quedó todo en material informe por haber abandonado el método de la «vía interior», tan cultivado por San Agustín. Una disputa entre los investigadores de la mística sobre el valor respec– tivo de la teología y de la experiencia, de Santo Tomás y de Santa Teresa, hizo sentir el problema del predominio de lo conceptual y de lo vital en este campo. Por desgracia, en otros campos de la teología y de la filosofía, el problema ni siquiera se planteó. Cantera de conceptos marmóreos son las larguísimas páginas de nuestros pensadores. Piénsese en la gran obra de F. Suárez, Disputationes metaphysicae. Pero los análisis fenomenológicos y existenciales, los grandes problemas vitales y humanos, quedaron sote– rrados bajo tanto material conceptualizado y conceptualizante. Un segundo tema que queremos recordar es la historia. Indiscutiblemente San Agustín dio una aportación máxima en su obra fundamental, De Civitate Dei. San Buenaventura a longe sigue a su maestro en su máxima obra sin– tética, Collationes in Hexaemeron. Lo hace ver muy bien J. Ratzinger en su estudio doctoral: Die Geschichtstheologie des hl. Bonaventura 76 • Pero si San Buenaventura sigue a San Agustín, aunque sea a distancia, en este tema de la historia, completándolo en ciertos momentos, el tema llega casi a perderse en los siglos inmediatos. Tan sólo vuelve a ser asunto literario en Bossuet y fuente de grandilocuencia para nuestro Donoso Cortés. Hay que constatar que la gran Ciudad Agustiniana no ha tenido maestros can– tores y canteros, para ampliar sus dimensiones y haberla acondicionado a los tiempos. Ni siquiera la conmoción intelectual que sigue a la Filosofía de la Historia de Hegel hace que despierten los pensadores cristianos. Y se han necesitado las dos guerras mundiales para que de nuevo la Ciudad de Dios agustiniana, como historia de la humanidad y como historia salutis, vuelva a hallarse en el centro de nuestras preocupaciones e inquietudes. El .abandono de San Agustín nos ha costado un retraso que amenaza construir un mundo sin nosotros. El filósofo de la historia, N. Berdiaeff, 75. R. ÜTTO, Lo santo, trad. española. Madrid, 1965. 76. Die Geschichtstheologie des heiligen Bonaventura. München u. Zürich, 1959. Sobre este tema ya había llamado la atención A. Dempf con estas palabras: «Fue San Buenaven– tura el primero que, para superar el evangeliufn aeternum del tercer reino, cuya callada re– percusión hasta Hegel hace tiempo que debía haberse investigado, creó la más grande fi– losofía de la historia de la Edad Media (La concepción del mundo... , p. 152.-El subrayado es nuestro).

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