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340 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA 28 ejemplo, M. de Unamuno, visitando el derruido monasterio de La Granja de Moreruela, escribe en aquella soledad estos versos agustinianos: «Si me buscas es porque me encontraste -mi Dios me dice-. Yo soy tu vacío; mientras no llegue al mar no para el río ni hay otra muerte que a su afán le baste» 72 • En su obra principal, Del sentimiento trágico de la vida, recuerda la sen– tencia agustiniana que motiva estos versos: «pues me buscas es porque me encontraste» 73 • Cierto que todavía hay en San Buenaventura resonancias de esta ascen– sión a Dios por la vía interior. Todavía no ha sucumbido el doctor francis– cano a ese intelectualismo árido que se ha empeñado en ver en esta subida agustiniana, tan íntima, tan asida a la realidad contingente del propio yo, una etérea prueba por las ideas 74 • Pero ya el doctor medieval no es tan rico en describir el camino. Muy luego, este camino se cegará, peor aún, se fal– sificará al trasformar la ascensión en una prueba ideológica sin valor y sin consistencia. Esta pérdida de la interioridad agustiniana la juzgamos de un influjo nefasto en el desarrollo del pensamiento cristiano posterior. Los pensado– res, tanto por la vía tomista como por la escotista, limaron conceptos, pre– cisaron términos. Pero huyó, parcialmente al menos, de este bagaje meta– físico la vida, la problemática de la existencia crucial. Si el pensamiento cristiano del siglo xx se ha visto forzado a volver sobre sus pasos y buscar un camino más concreto y existencial, más intuitivo e integral, esta recti– ficación se debe en gran parte a la pérdida de esa profundidad interior que legó San Agustín y que el pensamiento cristiano posterior no supo enrique– cer. Ni siquiera conservar. El «zurück zu» de ciertos momentos del pensa– miento alemán se impone con relación a San Agustín. Hay que volver a la integridad problemática que el gran doctor de Hipona formuló para todos los siglos cristianos. La fenomenología moderna nos ofrece la contraprueba de cuanto veni– mos diciendo. En Alemania se puede hablar de un renacimiento del pensa– miento agustiniano a la luz del método fenomenológico. Recordemos los nombres de Max Scheler, J. Hessen, Przywara, R. Guardini. Pero citemos 72. Andanzas y visiones españolas, en Obras completas. Ed. Escelicer. Madrid, 1966, t. I, p. 349. 73. Obras completas, t. VII, p. 207. 74. Con demasiada brevedad y poca ponderación alude Van Steenberghen a este tema bonaventuriano cuando escribe: «Dieu done est connu par une experience intime; on l'atteint aisément, pourvu qu'on soit attentif a sa presence au /onde de l'ame» (La philosophie, p. 245).

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