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21 HACIA UNA INTERPRETACIÓN DE LAS GRANDES SÍNTESIS DOCTRINALES... 333 el de Grecia. Pero que los odres viejos del pensamiento helénico siguen siendo capaces de contener el buen vino 54 • Contra A. Nygren debe afirmarse el valor del pensamiento antiguo. Si éste no llegó a entrever las cumbres del amor-agape, nos ha dejado pá– ginas emocionantes sobre otras formas fundamentales del amor. Sófocles es un doctor del amor-storgé en sus inmortales tragedias 56 • Platón lo es del amor-eros, describiéndolo en su doble vertiente ascendente y descendente. Aristóteles y Cicerón muestran cómo la felicidad humana va vinculada al culto de la amistad, desinteresada y noble. Ver en el amor-agape cristiano la negación de estos valores humanos es negar los dones admirables que Dios ha derramado por doquier en sus creaturas. A. Nygren, en su pesi– mismo, es mucho menos cristiano de lo que él opina. Pero con este gran teólogo protestante afirmamos la incomparable novedad ideológica del amor-agape y su influjo inmenso en nuestro pensa– miento cultural. Más que nunca la tesis de E. Bréhier sobre la nulidad de la aportación del mensaje cristiano al pensamiento de occidente es histó– ricamente insostenible. Es muy cierto que entre el amor-amistad, descrito por Aristóteles y Cicerón, y el amor-agape, cuyas riquezas y misterios nos dejan entrever San Juan y San Pablo media un abismo. Los teólogos que han intentado echar un puente sobre este abismo con el concepto de caritas han elaborado una de las más profundas y bellas concepciones del espíritu humano. Ante ella hay que decir, contra Ortega, que el pensamiento cris– tiano es algo más que nonato. Con lo cual no afirmamos que en San Agustín, Santo Tomás o Duns Escoto, etc., haya llegado a meta insuperable. Al con– trario; resta mucho por hacer. Tanto en el análisis fenomenológico de las formas fundamentales del amor, como en la elaboración de la síntesis his– tórica del mismo. Por lo que toca a este último, a la historia del amor, es de advertir que si los pensadores cristianos razonan, quizá como nunca, bajo el influjo de la doble fuente, bíblica y griega, no toman conciencia de este doble influjo. Y por lo mismo, no se preocupan de determinar actitudes. De donde la po– sibilidad de acoplarlos fácilmente a un espíritu pagano que no es el suyo. Así lo ha hecho, y repetidas veces, A. Nygren en su obra fundamental. Damos fin a esta temática sobre la doble fuente, que tan sólo hemos apuntado, teniendo que reconocer que en la obra de Van Steenb. no se ha tenido suficientemente en cuenta. Y sin esta consideración no parece po– sible una interpretación adecuada de los grandes sistemas elaborados por el pensami~mto cristiano. 54. Cf. L'esprit de la philosophie... , p. 83. 55. Cf. nuestro estudio, La «storgé» o el «amor-cariño» en Sófocles, en «Helmántica», 20 (1968), 5-25. 9

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