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332 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA 20 de lo que exigen hoy los tiempos secularizados. Pero no parece que se halle a la altura de lo que exige la fría visión histórica del desarrollo de las ideas. Ya E. Bréhier había escrito: «Esperamos, pues, mostrar en este y los siguientes capítulos que el desenvolvimiento del pensamiento filosófico no ha sido influido profundamente por el advenimiento del cristianismo, y, para resumir nuestro pensamiento en una palabra: que no hay filosofía cristiana» 50 • No parece muy distanciada la visión histórica de Van Steenb. de la de E. Bréhier. Pero la historia no parece refrendarlas. Toda la obra de E. Gil– son ha sido en gran parte una protesta contra el juicio descalificativo de E. Bréhier. Van Steenb. se ha vuelto contra aquel, muy cercano a éste. Sigue la polémica. Y las espadas están en alto. Personalmente opinamos que ni la interpretación de E. Bréhier, ni la de Van Steenb. podrán a la larga mantenerse. Chocan en demasiados puntos con la historia. Uno más, el tema del amor. La obra de A. Nygren, que ya hemos citado, hace que este tema sea hoy insoslayable en la historia del pensamiento de occidente. En esta historia tiene el amor una importancia pareja al ser y al logos. Un silencio sobre el mismo en estudios sintéticos no puede en modo alguno justificarse. E. Gil– son lo estudia en un capítulo de L'esprit de la philosophie médiévale. Tiene el mérito de captar lo insostenible que es la postura de P. Rousselot, el ini– ciador de la historia de este tema, al distinguir dos formas fundamentales del amor: el amor físico o griego y el amor extático 51 • Pero ante la obra mo– numental de A. Nygren el capítulo de E. Gilson se muestra muy insuficiente. Hoy esta obra es un reto que no debe quedar sin respuesta. Desde la ver– tiente bíblica la ha recibido en los estudios de C. Spicq y V. Warnach 52 • No así en teología y en filosofía 53 • Van Steenb., aunque silencia este problema, se halla por mentalidad al polo opuesto de A. Nygren en el modo de concebir las relaciones entre fi.losoña griega y cristianismo. Si para el teólogo protestante lo griego de– teriora siempre y, en muchas ocasiones, falsea de modo radical lo cristiano, según Van Steenb. se da una legítima continuidad entre helenismo y cris– tianismo por lo que toca a la vida del pensamiento. E. Gilson media aquí. Con fina ironía aplica contra la tesis protestante el dicho evangélico del vino y los odres, afirmando que el vino nuevo del evangelio sabe mejor que 50. Historia de la filosofía ... , p. 465. 51. P. RoussELOT, Pour l'histoire du probléme de l'amour au Moyen-Age. Münster, 1908; E. GILSON, L'esptrir de la philosophie... , pp. 266-283. 52. Cf. C. SPICQ, Agape dans le Nouveau Testament, 3 vol. Paris, 1958-1959; V. WAR– NACH, Agape. Die Liebe als Grundmotiv der neutestamentlichen Theologie. Dússeldorf, 1951. 53. Damos la bibliografía fundamental en nuestro estuido cit. Hacia una fenomenología del amor en el pensamiento de J. Duns Escoto. Ya en prensa este estudio llega a nuestras ma nos la obra de J. LOTZ, Die drei Stufe der Liebe. Eros, Philia, Agape. Frankfurt M., 1971. Manifiestamente quiere ser una respuesta a A. NYGREN desde la filosofía. Sobre ella volve– remos pronto con detenida reflexión.

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