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19 HACIA UNA INTERPRETACIÓN DE LAS GRANDES SÍNTESIS DOCTRINALES... 331 insiste en que se trata de una materia análoga a la que se ve y se palpa, su concepción metafísica quedó descartada y sin vigencia. Hoy, a largos siglos de distancia, ya no nos impresionan las palabras. Y vamos al problema que late detrás de ellas. Ahora bien; el problema que se discute aquí por San Buenaventura no es un mero problema cosmo– lógico, como quiere Van Steenb., sino el profundo problema metafísico del constitutivo del ser finito. Los tomistas lo resolvieron con la distinción real de esencia y existencia. Llegaron a afirmar que se trataba de la verdad fundamental de la filosofía cristiana. Para San Buenaventura no se halla ahí, aunque haya admitido la célebre distinción. La verdad fundamental en su sistema es que Dios es pura simplicidad y la creatura tiene que tener una composición esencial. Es decir: una composición que se halle en el orden de la esencia y no meramente en el orden de la existencia 49 • G. M. Manser ha escrito que la esencia del tomismo es la distinción de acto y potencia. También para San Buenaventura este binario metafísico es de primodial valor. Pero mientras Santo Tomás aplica la teoría del acto y la potencia al plano de la existencia para afirmar que todo ser finito está compuesto de essentia et esse, San Buenaventura aplica el acto y la poten– cia a la misma esencia del ser creado. Une a la teoría del acto y la potencia la teoría del hilemorfismo universal. Con este hilemorfismo tan sólo quiere subrayar la necesidad de afirmar en la esencia creada un principio activo y otro pasivo. Y llamó al pasivo materia. Se podrá aceptar o negar esta gran visión metafísica. Lo que no parece correcto desde el punto de vista de la historia, es querer reducirla a un mero problema cosmológico. Llega, como hemos visto, a las raíces mismas del ser metafísico. Esto no parece haya sido suficientemente ponderado por Van Steenb., cuyos méritos son innegables en el estudio del pensamiento medieval. Pero se dan otras perspectivas que enriquecen y rectifican su aportación. Si ahora volvemos a recordar la interpretación del pensamiento cris– tiano, propuesta por Ortega y A. Nygren, y la cotejamos con la de Van Steenb., advertimos al instante que el profesor de Lovaina no puede acep– tar la tesis orteguiana de que el pensamiento cristiano, continuando la tradición griega, se desvirtualiza. Al contrario; piensa que esta continuidad histórica era la única vía posible. Desde una visión secularizada de la :filo– sofía observa que ésta tiene un desarrollo interno al margen de que se pro– duzca o no el hecho del cristianismo. De aquí su tendencia a minimizar el influjo de éste en la marcha del pensamiento. Con ello se halla a la altura 49. Cf. L. VEUTHEY, S. Bonaventurae philosophia christiana. Caput V: De constitutiqne entis finiti. Romar, 1943, pp. 147-151. Nos aprece que aquí se presenta de modo claro y pto– fundo la auténtica raíz del problema acerca del hilemorfismo universal.

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