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34 E. RIVERA DE VENTOSA J. Rohmer piensa que esta teoría no es más que un desarrollo de lo expuesto por Domingo Gundisalvo en De immortalitate animae 22 , obra incorporada al pensamiento escolástico por Guillermo de Auvernia, de quien la toman los doctores franciscanos de París. Al dar un paso más hacia los orígenes de la misma se topa con los árabes y piensa que no sólo Algacel sino también Avicena viene a ser una fuente de la misma. De donde llega a la conclusión que son dos las corrientes que confluyen en la doctrina de San Buenaventura sobre la ratio inferior y la ratio supe– rior: la agustiniana y la hispano-árabe. Recojamos su conclusión con sus propias palabras: "Sans doute les deux doctrines ne sont-elles que les deux filiations d'une meme source néoplatonicienne, deux enfants d'un meme pere qui, apres avoir traversé les siecles, se sont retrouvés au haut moyen a.ge ". Esta conclusión nos parece necesita un correctivo sustancial. Tanto en los árabes como en los escolásticos esta temática de la doble actuación del alma hay que interpretarla conjuntamente con la teoría de la ciencia, pro– puesta por Aristóteles. M. Cruz Hernández, en su autorizado estudio sobre La filosofía: árabe pone en claro la doble corriente aristotélica y neoplató– nica en el pensamiento árabe cuando escribe: "De todos los pensadores griegos el preferido es Aristóteles; la lógica y sus conocimientos científi– cos mostraron bien pronto su eficacia y su utilidad. Pero en el campo ideológico el pensamiento aristotélico apareció ante los musulmanes bajo la síntesis platónica". En otro pasaje hace ver esto mismo respecto de la doctrina aristotélica sobre el intelecto que los árabes intentan incorporar a la síntesis helenística de origen neoplatónico de la que todos arrancan 23 • Un caso de esta incorporación tendría lugar al aplicar el proceso aristoté– lico al doble modo de comportarse la mente, hacia arriba o hacia abajo, según el esquema de Plotino. Esto mismo hay que observar en San Buenaventura. Es cierto que el influjo aristotélico en éste hay que limitarlo a la cognitio scientialis. O sea, al alma en cuanto se dirige a los objetos sensibles que son inferiores a ella. Es desechado, por el contrario, este influjo en el segundo momento, en la cognitio sapientialis. Pero aún con esta limitación es importante adver– tir cómo la fuente histórica del problema no es sólo el neoplatonismo en 22 Edición de G. Bülow, 'Des D. Gundissalinus Schrift von der Unsterblichkeit der Seele', Beitriige zur Geschichte der Philosophie des Mittelalters, Band II, Heft III {Münster 1897). Anteriormente se atribuía igualmente a D. Gundisalvo el Tractatus de anima. Pero M. Alonso ha demostrado que es de su colaborador Juan Hispano, más neoplatonizante que D. Gundisalvo. (Cf. 'Gundisalvo y el Tractatus de anima', Pensamiento 13 (1948) 71-77). 23 La filosofía árabe (Madrid 1963) 14 y 34.

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