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SAN BUENAVENTURA Y HENRI BERGSON 33 es su terreno. Por lo mismo debe ser siempre iluminada por la sapientia para llegar a alcanzar valor y consistencia en el campo de la verdad 18 • Esta doctrina agustiniana es asimilada por San Buenaventura. Pero al mismo tiempo la completa consciente o inconscientemente. Más lo segundo que lo primero, según nos parece 19 , El complemento de San Buenaventura está históricamente motivado por la aceptación que hace del concepto de ciencia según Aristóteles, a quien utiliza a manos llenas el doctor me– dieval 20 • Sobre las otras fuentes históricas de esta doctrina ha elaborado un breve estudio J. Rohmer, Sur la doctrine franciscaine des deux faces de l'áme 21 • Parte este investigador de lo que ya el medievalista E. Gilson había comprobado. Según éste, antes de hablar de la función de las diver– sas potencias en San Buenaventura, hay que subrayar una primera distin– ción básica que consiste en que el alma puede tomar una doble opción: volverse hacia arriba o hacia abajo. Este problema, no se refiere exclusi– vamente a nuestra facultad de conocer sino más bien a toda el alma ra– cional, que con sus facultades de conocer y de amar mira hacia lo alto o declina hacia lo bajo y terreno. Este pasaje de E. Gilson pone en evidencia la conexión de San Buenaventura con el punto de origen: el texto de Plo– tino que hemos citado. J. Rohmer no asciende en su investigación histó– tica tan arriba. Como fuente inmediata de San Buenaventura cita a su maestro, Juan de la Rochelle, quien distingue una doble faz en la virtud intelectiva: la inferior que se vincula a los objetos sensibles y la superior, que es iluminada por la Verdad Primera. 18 Cf, G. Sohngen, Wissenschaft und Weisheit im augustinischen Gedankengefüge (München 1952). La raíz de este problema en San Agustín se halla en si éste llegó a un concepto científico de naturaleza, estilo aristotélico. Ch. Boyer, 'La notion de nature chez saint Augustin', Doctor Communis 8 (1955) 65-76, lo afirma. Pero otros como G. de Broglie, 'Pour une meilleur intelligence du De correptione et gratia', Augustinus Magister, III, 317-37, más bien lo niegan. Nuestra opinión, fundada sobre todo en la lectura de los textos del santo, se inclina también por la negativa. 19 Esta inconsciencia está motivada por la tendencia general en los escritores medievales a sentirse más continuadores del saber que inventores del mismo, contra la tendencia contraria hoy tan acentuada. San Buenaventura proclama esta conti– nuidad más de palabra que en su obra escrita, la cual, sin intento alguno de inno– vación, da notables aportaciones que hoy la historia de las ideas tiene que subrayar. Cf. L. Carvalho e Castro, Saint Bonaventure. Le docteur franciscain (París 1923) 165-71. 20 Una exagerada bibliografía ha motivado este tema bonaventuriano que ha rozado, en ocasiones, la acritud. Nos limitamos a elencar algunos de los estudios: P. de Zamayón, 'L'aristotelismo di S. Bonaventura ed altre caratteristiche della fi!osofia francescana', L'ltalia francescana 19 {[944) 31-49; A. da Vinca, 'L'aspetto filosoficCÍ dell'aristotelismo di S. Bonaventura', Collectanea Franciscana 19 (1949) 5-44; F. Sakaguchi, 'St. Bonaventure's attitude toward aristo.telian Philosophy, especialy in his later years', Studies of medieval thought 4 (1961) 55-73. 21 En Archives d'histoire doct1·inale et litteraire du maye áge, 1927, pp, 73-77. 3

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